Cuando uno cierra los ojos y piensa en un protésico dental, imagina a un viejo artesano, en su taller, elaborando dentaduras postizas sin apenas contacto con el mundo. Conocer a María Eugenia Campoo ha sido un descubrimiento que nos ha mostrado una imagen completamente diferente de esta profesión.

María Eugenia sabía desde muy pequeña que quería ser protésico dental, como su padre. El laboratorio familiar estaba situado a pocos metros del molino de gofio del barrio de la Salud, en Santa Cruz de Tenerife, donde la joven empezó a trabajar en cuanto acabó sus estudios hace ya 16 años. Tras la jubilación de su padre, ella tomó las riendas.

A día de hoy ese tradicional aroma a gofio es lo único que queda del antiguo negocio familiar, que se ha convertido en un moderno laboratorio protésico dental a pie de calle que atiende directamente al usuario, siempre bajo prescripción facultativa. En palabras de María Eugenia: "Ha sido duro llegar hasta aquí. Sacar una empresa adelante no es tarea fácil, pero soy feliz en mi trabajo, me gusta muchísimo tratar con la gente y ellos agradecen que les des un trato cálido y una atención personalizada".

En la sala de espera coincidimos con una joven y nos llama la atención, porque solemos pensar que las prótesis son cosa de mayores. María Eugenia nos explica que "la mayoría de nuestros usuarios son gente mayor, claro que sí, pero no son los únicos. Te sorprendería ver la cantidad de gente joven a la que le faltan dientes, por diferentes motivos, y que se sienten acomplejados porque piensan que no tiene solución o es demasiado cara, y no es así. Quisiera desmontar ese mito, invitar a la gente preocupada por su imagen a venir a Tunuevasonrisa, les informaremos sin compromiso, y por supuesto siempre trabajamos bajo prescripción facultativa; es el dentista quien debe valorar al paciente y decirle qué tipo de prótesis necesita".

Ahí les dejamos la invitación. El nombre lo dice todo: Tunuevasonrisa.