Los realejeros no son ni más ni menos chovinistas que los residentes de otros municipios con playas en el Norte, pero, de siempre, sí sienten algo especial por El Socorro y el tesoro anexo llamado Rambla de Castro, con sus encantadoras calas veraniegas como La Fajana. A diferencia de otras joyas del litoral de la comarca, como pueden ser las orotavenses Los Patos y El Ancón, y en línea con municipios como Icod con su San Marcos o Buenavista con su playa de La Arena, el Ayuntamiento realejero siempre ha mimado su cala referente y ha potenciado su principal fama exterior: haberse convertido casi en la Meca del surf en el Norte.

Hasta tal punto llega esa atención, que existe una escuela de surf en la cala, se organizan campeonatos y los socorristas hacen esfuerzos continuos por evitar que los bañistas sin tablas o "boogies" se metan por la zona con más corrientes y olas, que es precisamente la más frecuentada por los surferos. Sin olvidar que, desde hace mucho tiempo, hay una Concejalía de Playas que no existió en decadas, por ejemplo, en La Orotava.

El Socorro es tan importante en la vida local, que acoge cine al aire libre en muchas noches veraniegas, los taxistas acuerdan con el consistorio precios especiales para evitar que se vaya en coche y aumenten los atascos, y la cala sirve de escenario todo el año de diversos actos que reivindican este litoral. No se sienten complejos ni desidias, tal y como sí ocurre en otros lugares, y eso que la playa no tiene las mismas dimensiones que otras y, en invierno, se reduce bastante la arena y el oleaje resulta imposible, muchas veces, hasta para los propios surfistas.

Pero a los asiduos y visitantes les importa eso poco. De hecho, se trata de una playa claramente intergeneracional, aunque destacan los jóvenes y adolescentes con un especial enamoramiento con las olas, el vértigo, los tubos, los 360 y el revolcón espumoso. Del resto, es habitual ver a familias enteras (muchas debajo de parasoles), numerosos niños pequeños, bastantes deportistas haciendo carrera continua y hasta personas mayores que optan por su negra arena y las caricias del agua en la orilla para minimizar sus achaques.

También es frecuente toparse con parapentistas, marisqueadores cuidadosos con los controles o gente que solo se acerca al bar de siempre, a veces para gritar socorro, pues no ha controlado bien otros líquidos, muy placenteros junto al mar.