Cuando empezamos a mirar sin sudar a los escaparates de otoño/invierno y justo cuando nos entran las ganas de comprarnos una chaqueta calentita o aquellas botas que tanto nos gustan, ironías de la vida, llegan los desfiles que anuncian cómo vestiremos en la primavera/verano 2014.

Londres, Nueva York, Madrid, París, Milán... Las grandes pasarelas adelantan cómo será el próximo verano y ya no hay quien entienda el calendario de la moda.

Si no trabajas en el medio o te gusta mucho la moda, es un poco complicado entender que, en cuanto llegan a los escaparates las colecciones de otoño/invierno, nosotras estamos volviendo de las vacaciones estivales y ya nos están enseñando lo que nos pondremos el próximo verano.

Los desfiles están pensados para que los profesionales de la moda, entre ellos, dueños de grandes almacenes, tiendas y directores de revistas especializadas, por ejemplo, puedan tener una visión muy adelantada de cual será la tendencia para el año siguiente.

De esa manera, las tiendas que quieren comprar las piezas de determinado diseñador, tienen tiempo para hacer sus pedidos y el mismo diseñador, cuando tiene tiendas propias, tiene tiempo para producir, empaquetar, enviar y entregar tallas y cantidades de cada pieza en las tiendas, propias o ajenas, para la próxima temporada. Las revistas de moda tienen tiempo para programar sus editoriales y todo se puede hacer de manera más o menos organizada.

En cuanto las tiendas venden sus colecciones de una temporada al consumidor final, se está produciendo la temporada siguiente. No es muy complicado de entender el sistema, verdad? La cosa empieza a complicarse con la llegada de la internet y de las redes sociales. Con la información corriendo suelta a la velocidad de la luz, ya nada es lo que era antes.

Las colecciones son vistas y comentadas no solo por profesionales pero por el público en general. Celebridades, it girls, invitados y "coolhunters" de grandes cadenas de "fast fashion" están de ojos bien abiertos y conectados a sus cuentas de Twitter, Instagram o Facebook. Lo que debería llegar al consumidor final en pequeñas píldoras durante los siguientes meses de la presentación, llega entero, en bloque y en pocos segundos. Ahora mismo, en cuanto escribo esas líneas, veo en vivo el desfile de Lucas Nascimento en Londres. Muy aséptico y minimalista, por cierto.

Bueno, ¿y qué pasa? Pasa que las ideas que en principio estarían destinadas a la temporada de verano 2014, ya empezarán a verse por las calles y por las tiendas de "fast fashion" en pocas semanas. Cuando la última modelo sale de la pasarela y entra en "backstage", los "coolhunters" ya han enviado sus fotos online a las grandes cadenas y las millares de personas conectadas a las redes sociales ya están pensando en como adaptar lo que tienen en sus armarios enseñando la nueva tendencia en alguna fiesta esa misma noche.

Todo eso ha creado una vorágine impensada hace unas cuantas décadas en la industria de la moda. Ahora mismo las tendencias se mezclan y de deshacen como humo antes mismo de que lleguen las temporadas para las que fueron pensadas.

Todo eso nos deja siempre la sensación de que no hay nada realmente nuevo en el panorama de la moda "prêt-à-porter". Y me arriesgaría a decir que es verdad. Y no es por falta de creatividad, es por falta de tiempo. No hay tiempo de crear para un mercado tan voraz y tan ávido de novedades.

Ya pocas cosas nos sorprenden en las "fashion weeks" y aunque muchas veces veamos belleza, ya son muy pocos los desfiles que nos emocionan por la ropa en si misma y no por las espectaculares puestas en escena con las que las grandes marcas sacian nuestro deseo de emocionarnos.