A pesar de estar considerado como uno de los artistas contemporáneos, la obra de Reed Anderson había pasado desapercibida para la inmensa mayoría de los tinerfeños hasta que dibujó unos simpáticos animalitos sobre el cuerpo desnudo de una mujer y lo convirtió en el cartel del Carnaval de Santa Cruz de 2001.

No obstante, el contacto de este neoyorquino, nacido en 1969, con la Isla no se limita a este hecho puntual ya que, en los últimos trece años, ha participado en multitud de exposiciones colectivas y cuatro muestras individuales en la galería Leyendecker.

La última de ellas, titulada "Our New Lifestyle (Nuestro nuevo estilo de vida), fue inaugurada ayer en la sala de arte capitalina, donde se contó con la presencia del artista.

El montaje, que se podrá visitar de lunes a viernes, en horario de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00 horas, hasta mediados de noviembre, se conforma por collages sobre papel con intenso colorido, en los que Anderson se recrea en el juego de dar una nueva representación a objetos de la vida cotidiana.

Así, recurre desde elementos como cajoneras, sillas o las típicas vajillas de la abuela, hasta bustos clásicos o caretas africanas, con los que construye frescas y divertidas composiciones, a las que adereza con figuras geométricas con una intensa gama de colores que van desde el amarillo flúor, hasta el violeta, el fucsia, el verde o el azul eléctrico.

De este modo, sigue siendo evidente la influencia del grafiti y el cómico en su propuesta creativa, a través de la cual customiza ese repertorio de piezas que justifican el nombre de esta muestra.

En definitiva, Anderson continúa inmerso en la búsqueda de ese punto intermedio en la obra de arte entre la belleza y la imprecisión del propio arte.

En palabras de la reconocida Emily Hall, "en Nuestro nuevo estilo de vida (Our New Lifestyle), los objetos son colocados en fortalezas y altares, alegremente destruidos por el arte, transformados en nuevos objetos: objetos tridimensionales se convierten en obras sobre papel , objetos decorativos de alto standing se convierten en pósters de punk rock, la cuidada estética convertida en algo impulsivo y azaroso".

Por tanto, argumenta que "se trata, más bien, de actos violentos. Ellos hablan de una relación complicada con los objetos: el amor por los objetos contra la desconfianza por el deseo hacia ellos, un impulso para darle sentido en contraste con el impulso de mandarlo todo a la mierda, el camino recto contra el recodo, lo alejado contra lo cercano, lo evidente contra lo esquivo, lo establecido en contra de lo improvisado".

Todos los tinerfeños tienen ahora una nueva oportunidad de redescubrir a este artista más allá de aquel cartel, que para no fallar a la tradición tampoco estuvo exento de polémica, y que se granjeó detractores y aliados, a partes iguales.

Una ocasión única para disfrutar de la obra empapada de cinismo y fina ironía de uno de los creadores con mayor actividad en el circuito del arte nortemericano.