Una de las características que más me encantan en la moda es su capacidad de hacer un intercambio cultural y artístico con las culturas. Ese es uno de sus grandes méritos: traer al conocimiento general aspectos desconocidos en muchos campos. Desde los nuevos materiales, la impresión en 3D o los tejidos tecnológicos, hasta cuestiones socioculturales o figuras de destaque, que hubieran quedado restringidas a su área de actuación si no fuera por la intervención de la moda.

Con la intención de inspirarse y de enseñar siempre lo nuevo, los diseñadores y directores creativos están siempre en busca de algo que nos llame la atención, algo distinto y no convencional. Es ahí cuando desde dentro de ese gran baúl cultural que es la sociedad humana, salen las ideas más creativas, que vienen, muchas veces, de pueblos lejanos en el espacio y en el tiempo, de la ciencia ficción, y de la imaginación sin límites del ser humano.

Lo primero en que pienso es en los años 60. Una década que sin duda cambió nuestra manera de ver el mundo. Con la llegada del hombre a la luna, las mentes de toda la humanidad se llenaron de imágenes de ficción científica e inmediatamente empezamos a proyectar cómo sería nuestro futuro.

No es coincidencia que algunos de los grandes diseñadores de esa época, cuyas marcas seguimos comprando hoy en día, hayan trasladado esta visión a sus colecciones. Paco Rabanne, Andrès Courrèges y Pierre Cardin fueron los principales diseñadores que han puesto el futuro a servicio de su imaginación y creatividad.

Los materiales novedosos que se estaban desarrollando en ese momento, como el plexiglás o el rhodoid, han inspirado a Paco Rabanne a crear sus piezas futuristas. Vestidos hechos con pequeñas piezas unidas para crear una especie de cota de malla, tejidos metalizados, metal martillado o punto de aluminio fueron los materiales que utilizó para sus creaciones, muy novedosas para la época. Tanto que le han llamado para hacer los vestidos de Jane Fonda para la película de ciencia ficción "Barbarella", de Roger Vadin.

Courrèges trabajaba las formas geométricas. Diseñó jerseys que brillaban en la oscuridad y parkas de plástico trasparente. Sus vestidos cortos, sus sombreros, sus gafas y botas espaciales nos han llevado a imaginarnos viviendo en la luna.

Pierre Cardin hizo lo mismo con sus piezas: llevarnos hasta los confines del universo, con sus vestidos que parecían uniformes de naves espaciales, sus tejidos metalizados y sus estructuras imposibles.

En la busca de inspiración, dejamos el futuro y nos vamos al pasado. En la última colección en que trabajó el gran Alexander McQueen, presentada después de su trágico fallecimiento, el diseñador había hecho un viaje en el tiempo, rescatando toda la pompa y el visual cargado de las cortes europeas de siglos pasados, inspirándose en obras de Sandro Botticelli, Jean Fouquet y Heironymous Bosch.

Ahora mismo, en las revistas de moda, podemos ver la colección de otoño/invierno de Dolce&Gabbana, inspirada en la emperatriz bizantina Teodora, mujer de Justiniano I y, posiblemente, la mujer más influyente del imperio romano.

Son muchos los ejemplos y siempre es muy interesante e instructivo saber dónde se ha inspirado un diseñador para desarrollar su colección.

Las sandalias griegas, el corte imperio, el Trenchcoat - casaco de trinchera, los tatuajes, los piercings... son muchas las piezas y los comportamientos que incorporamos en nuestro día a día, que vienen de otras culturas u otro tiempo y que, en algún momento posterior, fueron introducidas como modas.

Muchas veces no notamos la relación con la moda en las distintas culturas existentes en el mundo y cómo permea y se ramifica en distintos aspectos de nuestra sociedad.

La moda actúa entonces como agente pasivo y activo en la divulgación cultural, social y artística, influenciando y dejándose influenciar por ellas, viajando en el tiempo y en el espacio.

Os invito a estar atentos, y a dejarse llevar por ese viaje.