En una clara expresión de sincretismo consciente o inconsciente, muchos fieles siguieron a la Virgen en la noche del viernes al sábado, en la madrugada y mañana sabatina con pañuelos palestinos y jordanos en sus cuellos, ya que los había negros, rojos y hasta violetas. Una curiosa combinación religiosa de símbolos árabes y cristianos que, aunque no sea pretendida, acerca pareceres y difumina choques de civilizaciones, por lo menos a ojos de neutrales. Por supuesto, el frío y la brisa nocturna en La Laguna aconsejaban ese tipo de protecciones más allá de la semiótica, tal y como probaban también las distintas mantas esperanceras o de otro tipo que portaban muchos presentes, así como los numerosos abrigos, pañuelos marianos, gorros y gorras de diversa índole.

Para calentarse y aguantar el trayecto, muchos se avituallaban en gasolineras, bares, tascas y tiendas (corroborando la dinamización económica que representa el paso o la presencia de la Virgen). Eso sí, eran muchos más los que venían preparados desde casa con mochilas, bocadillos y líquidos, sin que, por supuesto, faltaran las botas de vino y otras botellas, como en las buenas romerías. Los había incluso muy precavidos, ya que, aparte del típico bastón o vara para caminatas, lucían chalecos reflectantes y llevaban luminarias, si bien tanta prevención no pudo evitar algunas caídas leves en una larga jornada, por lo demás, sin graves incidentes.

Si algunas pymes agrandaron su caja, las que también hicieron su particular agosto por adelantado fueron las grúas municipales de la ciudad del mismo nombre, de por sí muy activas durante todo el año. Más de uno se llevó un susto ayer al ir a buscar el coche o se lo llevará en pocas horas. Por aprovechar la ocasión, incluso proliferaban los jóvenes vendedores de rifas y otras loterías en las cercanías de la plaza del Cristo. Y por sonar, sonó hasta música disco, cañera y "reaggeton" en algunos coches cuyos ocupantes pasaban así el rato a la espera de la Virgen negra. ¿Un botellón camuflado?: No abiertamente, aunque se vio a más de uno con botella de cristal en mano.

Por la mañana, y dado el brillante sol que iluminó el regreso, las botellas que más se veían eran de agua. Hasta los guanches hacían saltos en el tiempo y optaban por el plástico con H2O para refrescarse. Las ambulancias interrumpieron en varias ocasiones el deambular de la Virgen, pero, afortunadamente, no se registraron incidentes relevantes.

Algunos echaban de menos mayor fervor en las loas y cánticos a la Morenita y trataban continuamente de animar la marcha, con la consiguiente respuesta de otros entusiastas. Lo que no faltó fue, sin duda, la sincera devoción por una imagen que guía a muchos tinerfeños y canarios.

Y es que una visita de la Patrona es un acontecimiento que va mucho más allá del simple fervor religioso. La Laguna, El Rosario, Candelaria y otras muchas zonas lo saben de sobra y lo seguirán comprobando. Sólo hay que esperar a que los candelarieros vuelvan a sentirse solos por unos días.