Con el horario previsto, aunque acelerando en diversos tramos bajo las directrices del padre Jesús Mendoza, delegado episcopal de la visita, la Virgen de Candelaria retornó al mediodía de ayer a su dulce hogar de siempre. Una basílica engalanada y unas calles de la zona más conocida de la Villa Mariana llenas de fieles e igual de decoradas recibieron con los brazos y corazones abiertos a la Patrona de Canarias.

Justo después de ser subida a hombros de los costaleros de la Hermandad del Rosario, el cielo azul, de brillante e intenso sol de bienvenida, retumbó con una prolongada explosión de voladores que anunciaba la llegada de La Morenita. El cambio de la urna de metacrilato al sostén humano fue amenizado con una sentida oración, una de tantas de las previstas o no durante el largo trayecto desde La Laguna. El coro de Santa Ana le dedicó varios temas antes de la recta final en dirección a la plaza, correspondidos con aplausos por los numerosos devotos presentes. Fue el momento en que la banda de música silenció su suave acompañamiento, interrumpido infinitas veces con los vivas a la Virgen, los gritos de "guapa", personas con altavoces, consignas futboleras ("Venga, venga, venga; vamos, vamos, vamos"), camisas y bufandas del "Tete" y hasta intentos cuasi exitosos de hacer la ola.

Abrían la comitiva, cómo no, los guanches de la Virgen, continuamente regada con pétalos de flores y con lágrimas de devoción de personas que no podían reprimir sus sentimientos, hasta tal punto que, con el calor y el cansancio de la larga caminata en una intensa noche, Cruz Roja tuvo que atender a diversos fieles por fatiga y pequeños desmayos, aunque sin gravedad, según señalaron a EL DÍA desde la ONG.

Mucho antes, en plena y fría noche lagunera, la Patrona de Canarias se dirigió desde la plaza del Cristo hasta el colegio Las Dominicas con su manto rojo bajo las estrellas. Por delante iba la urna vacía, infinidad de vehículos de seguridad, Policía, Guardia Civil, Protección Civil, AEA, medios de comunicación y cientos, miles de fieles de todas las edades y de distintos puntos de la Isla (algunos incluso con perros) en ambos sentidos de la avenida de La Trinidad y hasta en el tramo del tranvía, dado que en ese momento no había servicio.

Como en el trayecto restante y anterior, muchos eran los que esperaban el paso de la Virgen quietos en la acera, en un lateral de la vía y hasta en casas, ventanas, balcones o azoteas de los edificios, pero les superaban los que seguían a la imagen detrás o a su lado, por delante o tras la banda de música, cornetas, tambores y autoridades de la Iglesia, con el obispo a la cabeza en los tramos iniciales. "Qué bonita es", resumía una señora mientras la contemplaba serena y feliz. No fue la única.

Como en el viaje de ida, como en otros muchos anteriores, al paso de La Morenita se prodigaban las cámaras normales o de móviles, las fotos, los vivas, los prolongados aplausos y los rostros y reacciones de auténtico fervor religioso, de verdadera esperanza y admiración. De eso que muchos creyentes saben expresar y que otros no pueden traducir con palabras, pero que los agnósticos o ateos simplemente ni logran concebir, aunque más de uno lo aprecie y hasta sienta cierta dosis de envidia o, por lo menos, sana curiosidad, si bien son mayoría los que sencillamente no sienten nada o algo bastante diferente.

Velas, himno y flores

En el colegio Las Dominicas, y tras amenizar la espera con selecta música clásica, se cantó "Sé mi luz" mientras se encendían velas mediante una antorcha que ha servido de símbolo de la Pascua. Se leyó luego una oración de la comunidad educativa y sonó después el himno a la Virgen ante un gran número de presentes que esperaban desde hacía tiempo, a los que se sumó la avalancha de fe que acompañaba a la Morenita desde su salida de La Concepción.

En esta parada, la imagen pasó a la urna y se dirigió a la iglesia de San Miguel de Geneto, donde fue recibida con flores desde la parte alta del pequeño templo, palabras del sacerdote y la canción "María la madre buena", interpretada por Ángeles, referente del pequeño coro de esta zona. A diferencia del colegio, la música con la que se esperó aquí a la Virgen tenía sabor canario con los sempiternos Sabandeños.

Muy cerca, en Las Tres Cruces, la tradición continuó con la entrega de dulces y vino a los peregrinos, la actuación de la agrupación El Moral, la sentida intervención de la presidenta de la asociación de vecinos de la zona, Felisa Vera, y los coquetos fuegos artificiales preparados.

Entre estas paradas, y siempre con algunos voladores avisadores, iba aumentando el número de peregrinos que se adelantaban considerablemente al paso de la Virgen para, en su mayoría, tratar de alcanzar cuanto antes la Villa Mariana o ciertos lugares.

La imagen llegó después a El Sobradillo, con gran expectación, y pasó por zonas como La Gallega hasta alcanzar el cruce con El Tablero y El Chorrillo, donde los vecinos de El Rosario, con su alcalde en primera línea, Macario Benítez, volvieron a evidenciar su respeto y devoción por la Virgen. En dirección a Barranco Hondo, la Morenita y sus miles de acompañantes ya pudieron vislumbrar, a lo lejos y como en ediciones pasadas, el litoral de Candelaria, que tiene ese culmen católico llamado Basílica.

El alcalde de la Villa Mariana, Gumersindo García, como marca la tradición, recibió a la Virgen en Barranco Hondo junto a toda la corporación local. Desde allí, la imagen siguió hasta la Casa de Acogida, una parada inédita que aumentó los sentimientos hacia la Morenita, en una clara prueba de la relación que hacen sus fieles entre la Virgen y las buenas causas, entre los necesitados y la esperanza. De hecho, el padre Mendoza pidió a la Patrona que bendijera las nuevas dependencias.

Así, y cada vez con mucha más gente cerca, llegó a Las Caletillas y al cambio de trono en la rotonda del casco. Los costaleros la esperaban y los sentimientos de fervor se intensificaron con los momentos, como siempre, más intensos, con ese zarandeo que pone los pelos de punta a los creyentes antes de entrar en la Basílica. Han estado dos semanas muy solos, pero los candelarieros ya no echan en falta a nadie. Ya están todos.