Carlota, Montse, Antonio, Miguelín, Tomás..., moradores del poblado de Cho Vito, trasladaron en la tarde de ayer su residencia al salón de plenos del Ayuntamiento de Candelaria, donde iniciaron una acampada en protesta por el desalojo y derribo de sus viviendas.

Desde el comienzo de la semana, los supervivientes de la demolición de hace cuatro años se atrincheraron en sus viviendas. Sabían que cualquier día tocarían a su puerta para salir, o sacarlos, por última vez. Y ocurrió ayer. Así, una funcionaria de Costas ejecutó el protocolo hasta en nueve casos flanqueada por la Guardia Civil, que, tras tres avisos oficiales y uno de gracia, dada la "resistencia pasiva", sacaba a los moradores en peso.

Desde las cuatro de la madrugada hasta las nueve de la mañana el ambiente en Cho Vito "casco" era de tranquilidad. La tensión se vivió en los "alrededores" de Cho Vito, como en la playita de Genaro. Los cordones de seguridad que se marcó la guardia civil dejaban a las claras que le había llegado el último día al poblado.

El espíritu de El Toscal

En la playa, consignas como "¡Este desalojo es ilegal!", "¿Dónde está la orden judicial?" o "¡La casa del alcalde sí es ilegal!", desde líderes de la oposición de Candelaria, José Fernando Gómez (PP) y María Cira Hernández (CC), hasta dirigentes de movimientos más de la calle, como Santiago González, de Alternativa Nacionalista Canaria; o incluso exponentes de un referente en la lucha vecinal: el "espíritu" de la Ciudad Juvenil de El Toscal, José Antonio Arteaga.

La tensión se mascaba a las diez de la mañana, alimentada incluso por el portavoz del PP, que en Radio Club Tenerife, con Ardiel Rodríguez, se "despachó" contra la delegada del Gobierno, de su partido. Era lo que tocaba. Por y para Candelaria. La de ayer fue una demolición mediática, "patrocinada" por Televisión Canaria, que dio cuenta en cada minuto de cuanto aconteció en el poblado.

Los últimos de Cho Vito

Poco a poco salían los últimos de Cho Vito, entre aplausos y proclamas. En el interior de las viviendas, denunció Tomás González, portavoz del "espíritu" de Cho Vito, la Guardia Civil había reducido a algunos menores. Entre las casi doscientas personas que estaban en la playa se corrió rápidamente la voz de que "la hija de Tomás se llevó dos porrazos en la espalda". El ambiente se tensó. Otros desafiaron a los agentes hasta que aparecieron los "hombres de negro". No los de Europa, sino los de élite de la Benemérita.

Los más atrevidos quisieron ver qué pasaba en el interior de Cho Vito. Aprovechando que la marea estaba baja, intentaron saltar por un pequeño espigón y la Benemérita les cortó el paso. De pronto, un golpe seco pareció rasgar el suelo. La excavadora dejó caer su pica sobre la casa de Tomás, el "ayuntamiento" de Cho Vito, donde tantas lágrimas como esfuerzos se dejaron.

Desde el recodo de la playa solo se veía el movimiento del brazo de la "pica pica" que parecía tocar la conciencia al personal. Arreciaron los insultos. Ataques de histeria en alguna adolescente y algunos se crecieron cuando un guardia civil empuñó una cámara de vídeo para inmortalizar a los presentes... Había caído el "ayuntamiento" de Cho Vito pero quedaban los últimos moradores por salir. Escenas de desolación y otras más tiernas, como la de un joven con su perro en brazo. El último en dejar su vivienda, con resistencia pasiva, Miguel, propietario de la última casa que tiró la pala poco antes de las seis de la tarde.

Con el paso de las horas, los vecinos entendieron que la batalla estaba perdida; pero no la guerra.

Intentaron rearmarse y pusieron sus ojos en el salón de plenos para lanzar un nuevo pulso.

Para entonces, la huelga de hambre iniciada días atrás se daba por zanjada. Una ducha y almuerzo en casa de algún familiar y, de nuevo, a la lucha.

Si durante la mañana la Televisión Canaria retransmitió puntualmente cada derribo, por la tarde hasta conectó La Sexta en directo. Allí la productora marcó con colillas el movimiento que tenía que hacer la reportera y el alcalde pedáneo de Cho Vito, con sus tenis Lacoste. Había bajado la tensión. Había llegado la resignación. Para esa fecha el bar más próximo, Casa Gonzalo, servía bocadillos de pan duro. Había sido un día intenso.

Hoy en Cho Vito solo quedan escombros y en la puerta del ayuntamiento, una pancarta: "No son solo leyes. Se trata de vidas. ¿Dónde está la Justicia?".