El Palmétum de Santa Cruz de Tenerife tuvo hoy su inauguración oficial después de tres décadas de obras en lo que era el antiguo vertedero de la ciudad. El príncipe Felipe coincidió en su discurso con el del alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, al destacar el valor de “rectificar” y de cómo Santa Cruz de Tenerife cambió el aspecto previo de la montañeta de El Lazareto por el jardín botánico que ahora ocupa su lugar.

El acto quedó encorsetado, tal y como cabía esperar, dentro de estrictas medidas de seguridad y las normas de protocolo. Lejos, apenas como un rumor en la distancia, se oyeron las escasas protestas de un pequeño puñado de antimonárquicos que la Policía Nacional mantuvo en todo momento alejados de la entrada del lugar.

También era previsible que los discursos oficiales se inclinaran a destacar la imagen de postal del Palmétum como la meta posible tras un mal inicio, unas palabras de optimismo que encajan bien con el pensamiento también manido, oficial y cada vez más extendido entre los gobernantes de la inevitable recuperación hacia la que camina el país sin que sus ciudadanos terminen de creérselo demasiado.

El parque, llenos de charcas de agua con manglares y otras especies exóticas así como cascadas imposibles y paseos enmarcados entre palmerales y miradores habla poco de lo que es de verdad la capital tinerfeña y más de la promesa de lo que podría ser. Por eso, tanto el alcalde de la ciudad como el príncipe remarcaron una y otra vez el esfuerzo que supuso para los impulsores del proyecto haber logrado cambiar la montaña de basura por un paisaje cuidado que, en todo caso, no esconde su artificialidad.

El parque tiene una extensión de 12 hectáreas. Cuenta con 2.000 especies vegetales y dedica 11.500 metros cuadrados solo a endemismos canarios.