En un juego de contrastes, la noche de San Juan de ayer en Tenerife le hizo un homenaje al día que la precedió. Como en un mismo guión, y con la salvedad de la soleada capital, se pasó de las grises nubes mañaneras, de la densa niebla de El Sauzal a La Laguna, de una lluvia intensa impropia para estas fechas en parte del norte y de un manto semigrisáceo también inusual en el sur a un atardecer espectacular y una mejor noche. Una noche en la que muchos pasaron del fuego de las hogueras al agua salada y atlántica, y viceversa. Del calor a los chapuzones en un mar en calma, casi dormido. De los olvidos a las promesas; de las simples velas enterradas en arena y acompañadas de flores a las llamas agigantadas; de los hechizos a la carne: a la carne comida, rozada, sentida... O simplemente añorada.

De Punta del Hidalgo a Buenavista, de Anaga a Las Galletas, de Santiago del Teide a Tegueste (sin que el orden sea racional), de la medianía a numerosas playas, Nivaria e infinidad de sitios en la tierra hubieran vuelto anoche al paleolítico si a alguien le da por apagar el suministro eléctrico. No le dio.

Como era de esperar, la mayor aglomeración en el norte se produjo en la portuense Playa Jardín. Y eso que anoche se vivió una de las ediciones más deslucidas y desangeladas de la última década, e incluso más. Sobre todo junto al Castillo, donde la falta de escenario y música en vivo descolocó a más de uno. El argumento municipal de que las obras en la histórica fortaleza impedían la celebración de actos no convenció a casi nadie, dado el espacio existente. Muchos no disimularon su malestar a este periódico y fueron directos: "No hay un duro o se lo han gastado".

La única música en esta zona, que estrenó la gran hoguera antes que la de María Jiménez, la ofrecieron las columnas de sonido del restaurante de Pamarsa. Ni los fuegos artificiales sobre las 10 de la noche relanzaron la contribución pública a una fiesta venida a menos en el Puerto que se notó en la falta de colas de coches y en las opciones de aparcamientos en la explanada del muelle.

La cosa mejoró en María Jiménez, convertida desde hace mucho tiempo en referente adolescente de San Juan, brillando, eso sí, la música disco en improvisadas carpas o en los negocios de la terraza superior.

En Icod, los hachitos desde La Vega y El Amparo, sin olvidar Las Canales y otros rincones, hasta San Marcos pusieron la nota etnográfica en una localidad que sigue mimando tradiciones ancestrales. Como nota diferencial, que acabará asentándose, se pasó por debajo del anillo insular en el tramo que, en principio, se inaugurará antes.

Lo mismo San Juan de la Rambla, donde los bucios se dejaron oír en claro tributo al nombre del pueblo. De Buenavista a Tacoronte, con especial mención para el barrio tacorontero de San Juan, la comarca tiñó la noche con numerosas hogueras, muchas de ellas visibles hasta el espectáculo desde miradores como el de Humboldt (en su parte alta), La Corona o en puntos como La Baranda, en El Sauzal.

En Punta del Hidalgo, San Juan se hizo grande, pero con su nombre de siempre: San Juanito. Lo mismo en el barrio lagunero que le da nombre. Por supuesto, Las Teresitas volvieron a sobresalir en la oferta de carbones encendidos, saltos sobre el fuego, quema de malos augurios y sueños de sal de la capital chicharrera.

Desde El Rosario al Valle de Güímar, las antorchas sanjuaneras dejaron claro que el verano ya está aquí, si bien algunos echaron en falta un mayor número.

El Médano y sus playas más céntricas (Leocadio Machado y La Jaquita) se confirmaron como referente de esta fiesta en el Sur, aunque la cosa tampoco estuvo mal en Los Cristianos, Adeje, Playa San Juan y puntos costeros de San Miguel, Arico y Fasnia. La ausencia de viento ayudó bastante en el Sur.

Como cada año, Tenerife dio la bienvenida ayer con intensidad, resacas variadas y formas diversas de vivirlo al único fuego que se desea por estas fechas. Desde hoy, y tras el ancestral baño de cabras en el muelle portuense, otros fuegos seguirán vivos porque se encendieron por primera vez anoche, porque se reavivaron hasta niveles desconocidos o porque nunca se apagarán. Que lo disfruten. Y en el caso de aquellos que se apagaron, conviene recordar que muchas veces basta muy poco para reemprenderlos. La mecha surge casi sola si hay auténtico fuego interior. A buscarlo.