El espíritu de Nicolás Estévanez lo invadió todo. Aunque ayer se cumplió el centenario de su muerte, a nadie le resultó extraño ni paradójico que la fortaleza de su ideario permanezca tan viva como esa dulce, fresca e inolvidable sombra que proyecta la figura del almendro de la casa de Gracia, su alegoría de la patria.

Y fue así como el Salón Noble del Cabildo insular se convirtió en el escenario donde Nicolás Reyes, presidente de la Asociación Cultural Desde la Sombra del Almendro, esbozó un sucinto pero intenso repaso vital y humano sobre la figura de este canario universal, que desde ese inconformismo de personaje revolucionario, también hombre de debate y pactos, se convierte para el presidente Carlos Alonso en modelo desde el cual reflexionar sobre la identidad canaria, mientras el director general de Patrimonio, Aurelio González, reivindicaba su obra, que debe enarbolarse como bandera de todos, y en palabras del alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo, este insigne isleño personifica el ideal de patria. Además, también sonó a poema y canción desde el hondo recitado de Juancho Aguiar y Elvira, acompañados a la guitarra por las cuerdas de Rubén Díaz.

Lo cierto es que ayer brotó un sentimiento hondo que quizá despertara un orgullo dormido.

Acaso faltó una referencia más explícita a Patricio, su inseparable hermano y compañero, vicepresidente del primer Cabildo que se constituyó en la Isla y una figura que, si bien ha vivido bajo la alargada sombra de Nicolás, atesora una destacada trayectoria intelectual y periodística que también debe ponerse en valor.

De hecho, sus sobrinas-biznietas, Laura y Cristina Borges, de la mano de su madre Milina Gargano, se encontraban ayer entre el público que se congregó en el Salón Noble, quizá simbolizando aquel exilio que se impuso el propio Nicolás Estévanez -primero en Portugal y luego en Francia- y que ellas mismas sufrieron por la persecución y el acoso de los fascistas de Falange Española que obligaron a su abuelo, Francisco Borges, a una forzada emigración a Venezuela.

Milina, pelo blanco y los ojos despiertos, seguía las intervenciones sin siquiera pestañear. Sus hijas, asentían emocionadas. "Un acto entrañable, emocionante y sencillo", comentaban al término.

Y rememoraron cómo tras regresar de Venezuela, en 1961, vivieron en la casona de la curva de Gracia, hasta que se convirtió en inhabitable y tuvieron que abandonarla.

Recuerdan la figura del almendro, cuyo tronco permanece seco hoy en día y al que han intentado revivir mediante injertos, dicen. Y ahora se ilusionan con la restauración final de la casa, que también formó parte de su infancia, un símbolo que los políticos quieren reconstruir desde las raíces del almendro, desde la idea de patria.

La rehabilitación de la casa, el mejor colofón

El presidente del Cabildo, Carlos Alonso, ponía el mejor colofón posible al acto celebrado anoche al anunciar que antes del 17 de febrero de 2015, fecha en la que se celebra el nacimiento de Nicolás Estévanez, el acabado de la rehabilitación de la casona de la curva de Gracia va a convertirse por fin en realidad.

Gracias a un crédito extraordinario de 500.000 euros, que libra de sus fondos la Corporación insular, y a la espera de sumar otros 400.000 a través de una subvención estatal, el conjunto, está declarado Bien de Interés Cultural (BIC), podrá ponerse en uso.

"Nos vamos a centrar en poner en uso la casa", explicaba el Carlos Alonso. Sí parece claro que acogerá la sede de la Asociación Cultural Desde la Sombra del Almendro y se plantea, apoyándose en una colección de obra y en la convocatoria de becas, generar un espacio para el análisis y la reflexión sobre el papel de la Isla y de Canarias con el resto del mundo.