Pedro González es desde ayer un poco más historia del municipio que lo vio nacer, del que fue alcalde y del que siempre estuvo pendiente. Tras su fallecimiento, a los 89 años, el último adiós al exregidor lagunero se produjo en la mañana de este lunes en acto emotivo en el exterior del ayuntamiento, y que siguió a la visita que cientos de personas de todos los órdenes sociales realizaron desde la víspera a su capilla ardiente, instalada en un salón de plenos cuyos asientos ocupó tantas veces.

La imagen que pasado el mediodía desprendía el consistorio y su exterior confirmaba que lo que habían venido diciendo desde el domingo algunos de los que lo conocieron no eran frases hechas. González era un hombre querido, o al menos esa parece la explicación para la afluencia no solo de políticos (los principales líderes de Coalición, muchos del PSOE, miembros de las demás formaciones) y otras autoridades del Archipiélago, sino, sobre todo, más llamativo, de ciudadanos de a pie (especialmente de cierta edad) y sin ningún vínculo familiar con el pintor, que aprovecharon la jornada para despedir al que fue su primer edil entre 1979 y 1987.

El féretro de Pedro González abandonó las casas consistoriales cargado a hombros y bajó la escalera que conecta con la calle en un silencio solo roto por el tintineo -contra los escalones- de las espadas de los policías vestidos de gala, a lo que después, tal como sucediese el día anterior, se incorporaron los aplausos. Por fuera, además de los representantes públicos, los amigos y los vecinos, también esperaba la banda La Fe, que arrancó con la interpretación de "E lucevan la stelle", más conocido como "Adiós a la vida", del aria "Tosca". Y para mayor emotividad, una llovizna fina que variaba su intensidad.

Un aplauso prolongado fue poniendo el cierre al acto tras una marcha tan enraizada en la intrahistoria lagunera, en el mismo momento en que la partitura de uno de los músicos se echó a volar y se quedó haciendo bucles delante de la cristalera del salón de plenos. El ataúd fue introducido en uno de los coches fúnebres -el otro estaba dedicado en exclusiva a las coronas de flores- y regresaron los aplausos, ya los últimos, antes de que el cuerpo partiese hacia el cementerio santacrucero de Santa Lastenia, a una ceremonia privada de despedida. Se fue el alcalde, el padre, el hombre, pero queda su legado político y cultural, la figura, el artista.