"Este es un bar que ha mantenido durante más de cuarenta años su condición de familiar y de barrio, pero estamos otra vez ante una situación insostenible por el acoso y la presión de algunos usuarios del centro San Miguel, que está pegado. La situación es tan grave que nos planteamos el cierre definitivo". Lo asegura un portavoz del Bar Kiko, establecimiento emblemático en el barrio de Ofra, ubicado en la calle Sargento Provisional, cuyos propietarios registraron el pasado 1 de junio en el Ayuntamiento de Santa Cruz una denuncia en este sentido.

Consideran que están sometidos a "una gran presión en el entorno por la presencia continua en la puerta y aledaños de usuarios del centro San Miguel anexo que acuden a diario para recibir su tratamiento de metadona".

La situación, aseguran las fuentes, "no es nueva. Se remonta a casi 20 años y ya nos quejamos en la época de Zerolo como alcalde o mantuvimos reuniones con políticos como Hermoso o Miguel Becerra. Denunciamos unas seis o siete veces. Pero se ha deteriorado en los últimos meses. Por eso, la reducción de cinco empleados a dos, la clausura de la cocina pese a tener un comedor amplio que era habitual ver lleno de familias de la zona y ahora desaprovechado. O el hecho de cerrar desde las siete de la tarde porque no compensa".

Recuerdan que "desde los tiempos de Guillermo Guigou cono director general de Drogodependencias nos hablaron de poner una guagua itinerante por los barrios para dispensar la metadona (en el servicio califican la propuesta de arcaica y no aconsejable)".

"Piden dinero a cualquier cliente y a todas horas, se quedan dormidos en la barra por efecto de los fármacos o insultan directamente si no les pagan un cortado. Un día tras otro. La Policía Nacional vino dos días y nunca más se supo. La Local también ha venido y prometió pasar pero no ha ocurrido así. No se ve policía" , resumen quienes aseguran que "el cierre está muy cercan porque no nos da ni para pagar a la Seguridad Social".

Hubo un ligero repunte tras la inauguración del Complejo Deportivo de Las Retamas, situado justo enfrente, pero, apostilla, "no podemos vivir de una carta de batidos por muy especiales que sean".

Un recado al alcalde: "Cada cuatro años aparece por el bar a darnos la mano y pedir el voto. Luego, si te vi no me acuerdo. Espero que pueda hacer algo. Por lo menos que comprueben que lo denunciado es cierto".

Del resto de comercios, valoran que "la situación es similar pero hay desunión. Intentamos hace años tener una posición común, pero la gente se cansa de luchar".

A Kiko, el fundador, " le da sentimiento pasar por allí". Ese allí son los locales 7 y 8 donde está la cafetería. Más allá, en el 9, el centro San Miguel. En medio, entre escaleras, soportales y jardines potenciales clientes "no deseados".

"Nosotros somos terapeutas, no policías"

Teresa de la Rosa preside el Centro San Miguel. Tiene claro que "a nadie le gusta tener un espacio así al lado, en ningún lugar del mundo, pero hay que decir que atendemos a 900 pacientes al año y a 320 se les dispensa metadona allí. Apenas siete u ocho, vecinos de la zona, son conflictivos y se quedan allí tras recibirla. Entendemos las posibles molestias a los empresarios de alrededor, algo habitual en estos entornos pero es una incidencia mínima". Añadió que "hace unos días -el viernes 3 en concreto- tuvimos un contacto con el concejal de Ofra, Dámaso Arteaga, y ya le dejamos claro que somos terapeutas y no policías. Creo que la solución sería incrementar la vigilancia policial, al menos temporalmente". Recordó que "estamos de ocho a tres, de lunes a viernes, aunque abiertos al público de 8:15 a 14:30 horas. Atendemos a una población que puede ser conflictiva, con riesgo de recaídas y en algunos casos con un deterioro cognitivo, pero nuestra labor tiene resultados en los cuatro centros (Ofra, Salamanca, Añaza y La Trinidad en La Laguna). Insisto, somos terapeutas, no policías".