La Virgen de Candelaria luce en el día grande de las fiestas populares en su honor el traje más antiguo de la veintena que posee. Se trata del que le fue donado hace medio siglo, de color rojo burdeos y bordado en oro. Así lleva varios días (desde el sábado) recibiendo a los miles de peregrinos, fieles y devotos a los pies del altar. Ahí escucha las plegarias y el agradecimiento por los favores concedidos; fuera suenan los vítores que emanan de las gargantas de los canarios que cada año repiten su visita a la Patrona General de Canarias.

Las historias de los peregrinos, con sus particularidades, forman parte de la tradición: pedir por la curación de enfermedades, propias o de la familia; agradecer el favor concedido por los más variados motivos (aprobar el carné, superar un año más, que el hijo haya retornado "a la senda del bien"...).

Muchos kilómetros en sus piernas no les impiden llegar hasta los pies de la Morenita "con respeto", como dijo el prior de la Basílica, Daniel López, quien también sintetizó el estado del peregrino: "Al ir vamos con esperanza, con ilusión; al volver, volvemos cansado, sí, pero gozosos y felices por el encuentro".

La representación del encuentro de los aborígenes con la Virgen es uno de los momentos más tradicionales de esta fiesta. Cientos de personas presenciaron ayer el acto mientras por algunas caras corrían lágrimas. En las gradas habilitadas para la ocasión, también las autoridades, entre las que se encontraban la alcaldesa, María Concepción Brito; el presidente del Cabildo, Carlos Alonso, y su consejero de Desarrollo y candelariero, Efraín Medina.

El programa de la fiesta continuará el sábado con el Primer Festival Internacional de Folclore.