Candelaria consolidó anoche un nuevo formato de ofrenda a la Patrona de Canarias que, sin renunciar a las yuntas, el ganado y las carretas, da una vuelta de tuerca y convierte la antología del folclore característica del 15 de agosto en un majestuoso musical.

Dos horas bastaron a la organización para poner a flor de piel la sensibilidad con un repaso por temas del folclore y también de la canción ligera que se alternó con la poesía de Pedro García Cabrera, Rafael Arozarena, Tomás Morales, Antonio de Viana, Sabina Brito y Pedro Lezcano, la proyección de algunos mensajes de canarios representativos, como Domingo Álvarez, de RTVE en Canarias; el pregonero, Salvador García; Luis Morera, representantes del hogar canario de Uruguay y Brasil, Vocal 7, Alex García o la mismísima Ana Guerra. Todo esto, sazonado con algunas tradiciones etnográficas del calado de los buches de Lanzarote, la Fiesta de la Rama de Agaete, con los papahuevos y cabezudos incorporados, y el Baile del Niño del Sauzal. Y por si faltaba más emoción, para alimentar el sentimiento de canariedad, una pletórica María Mérida que puso en pie la plaza cuando acabó de cantar "Siete rosas" con su voz ronca y la veteranía que la distinguen; "Siete rosas" que adaptó en la primera estrofa como "ocho joyas", incluyendo La Graciosa. Y como colofón, Chago Melián, que interpretó "Bendita mi tierra guanche", con todos los asistentes de nuevo en pie despidiendo a la Patrona de Canarias, con pañuelos blancos, que regresaba a la Basílica. Al término del espectáculo, solo una duda: ¿cómo mejorarlo el próximo año? Ya lo lograron este.

El Musical del 15 de agosto en el que el Ayuntamiento de Candelaria ha convertido la otrora ofrenda de frutos y flores comenzó a las 21:00 horas. Se dividió en tres bloques. El primero, el tributo de Canarias a su Patrona, que dio paso a un segundo bloque inspirado en el mar, para concluir con un concierto antológico que alternó una canción ligera y otra del folclore popular de cada una de las siete Islas Canarias. Por poner un pero, pasó inadvertida la nueva condición de La Graciosa como octava isla, al menos por el Senado.

Fue un espectáculo exquisito y cuidado al milímetro, sin grandilocuencias. Prueba de ello fue el arranque, con una rueda de fuego como las de antaño, para ceder el protagonismo a los guanches de Candelaria, que se rindieron a los pies de la Patrona. Luego, momento del tributo del Ayuntamiento de Candelaria, de la Corporación de Teror, del Cabildo de Tenerife y del Gobierno de Canarias, así como de La Gomera. Exhibición de trajes típicos de cada una de las Islas y... primer "pellizco al corazón": homenaje a Pedro Molina, "un mago listo", "ganadero ilustre", que tanto aportó en las ofrendas de años anteriores. Luego, tributo de Arafo, El Rosario -sin su alcalde- y El Sauzal. En ese momento parecía exigua la representación que rendía tributo a la Patrona. Pero la organización no dio tiempo a sacar cuentas y buscó robar el corazón con la poesía que pronunció la pescadora candelariera Laura Brito. Tomó el testigo la parranda Panchito de Terror y cerró el primer bloque el baile del Niño de El Sauzal.

Dio comienzo entonces el segundo momento del espectáculo, dedicado al mar, capaz de abrazar en un todo desde la poesía de máximos exponentes de Canarias. Temas populares, como "El pescador de morenas" o "Aires del mar" se alternaron con referentes etnográficos como los buches de Lanzarote ola fiesta de la rama de Agaete. De nuevo, la obertura de este bloque, a cargo de Laura Escuela, puso la alfombra roja para conquistar el corazón del público de la plaza. Así, después precisamente del número de los buches, de nuevo Laura Escuela reivindicó la importancia del mar y de los pescadores en un diálogo con una niña. Más sensibilidad, si cabía. Colofón en el ecuador con la fiesta de la rama de Agaete en el corazón de Candelaria, su plata de la Basílica, una licencia que se le permite a la Patrona de Canarias.

Ya en la recta final, momento para el folclore, pero no como una concatenacion de isas, folías y malagueñas, sino como exaltación de la mejor producción musical de cada isla sin renunciar al fervor y a la tradición.

El musical comenzó con el tajaraste gomero para alternar con la canción ligera de Aarón Morales, que con su arte hasta reivindicó el silbo gomero. De la Isla Colombina, a Tenerife, de la mano de Olga Benavente y "Patroncita canaria", que trajo al recuerdo las versiones de las canciones populares de los años sesenta, para reivindicar el folclore de Tenerife a ritmo de una isa. Paso luego a la Isla Bonita, con "Isla mía", para cerrar el guiño a La Palma con folías.

Nuevo giro a la canción ligera, con "La rosa de los vientos", de Fuerteventura, para cerrar la visita a esta isla con "Malagueña de los Novios". Gran Canaria tuvo su espacio con "Niña Candela", para reivindicar el folclore con "Aires de Lima", de Valsequillo. El espectáculo, con en el grupo Jeita, dirigido por Jeremías Martín, comenzaba a tocar el cielo. María Mérida, la herreña "hija adoptiva de Candelaria", enamoró con "Siete rosas" y su guiño a La Graciosa al cambiar la primera estrofa para decir ocho joyas. Público en pie y a punto de pedir un bis, imposible en un espectáculo milimetrado. De ahí al tango herreño, para seguir a la endecha de Lanzarote y las malagueñas conejeras.

Si alguien pensaba que no cabía el más difícil todavía, el colofón: Chago Melián entonando "Bendita mi tierra guanche". Espectáculo de exaltación canaria.