La Virgen de Candelaria unió ayer la Villa Mariana y la capital en una jornada intensa, de mucho esfuerzo para buena parte de los peregrinos, de nervios para la organización -sobre todo cuando la hora prevista en la "escaleta" no se acaba de ajustar a los ritmos de la comitiva- y de fe.

También de anécdotas; estampas prototípicas y otras que no lo son tanto, y de un dibujo sociológico de la sociedad actual, con contrastes entre zonas y grupos poblacionales: mientras la urna de la Morenita avanzaba por la avenida Marítima de Candelaria había quienes se la encontraban en plena sesión mañanera de "running"; la talla recorría la Carretera Vieja y eran muchos los tomaban la autopista en dirección al Sur en un día de sol radiante.

Todo, en un recorrido por los paisajes -desde la sequedad del comienzo a los tramos más urbanos- y donde había espacio para las "petaladas", para que los carritos de helados hicieran su particular agosto gracias al sol imperante, sobre todo durante la mañana y, en definitiva, para un día diferente.