Jesús Mendoza González (Juncalillo, Gáldar, 1944-Candelaria, 2013) era una autoridad dentro y fuera de la Iglesia. Muchos aseguran que si salió la Virgen en 1994 fue porque el obispo Felipe Fernández contó con su complicidad. Pero sobre todo, el dominico contribuyó a pacificar el pueblo de Candelaria en una época convulsa en la Villa, a comienzos de los años noventa. Así, el PSOE de Sindo García, entonces en la oposición, fue quien propuso la designación de Hijo Adoptivo y darle una calle, y CC, en el gobierno, se lo aceptó.

Hijo de Plácido y Modesta, era el cuarto de cinco hermanos. De joven, cuenta el cronista oficial de Candelaria, Octavio Rodríguez, que quiso estudiar medicina para ser psicólogo, pero la maltrecha economía familiar le hizo desistir. Jesús trabajó incluso como peón de albañil para costearse sus estudios antes de entrar en el seminario de Las Palmas, donde hizo Bachillerato antes de ingresar en la orden dominicana con 22 años, cuando se trasladó a Córdoba.

El destino del padre Mendoza estuvo ligado a su vida desde la cuna: nació un 9 de agosto, en las vísperas de las fiestas de la Patrona, y aún sin haber sido ordenado predicó en las fiestas patronales de Barranco Hondo. El mismo día que se bendijo la parroquia de San Andrés, de Las Cuevecitas, fue ordenado presbítero en esa iglesia, en la Candelaria que tanto amó y por la que tanto trabajó. De hecho, siendo novicio aún era habitual verlo todos los veranos de vacaciones en la Basílica, hasta que en 1986 fue destinado como prior.

A Jesús Mendoza se debe el impulso de la parroquia del casco del pueblo, la Iglesia de Santa Ana, un templo cuya actividad se limitaba a misas y duelos, según recuerda Cecilia, una de las grandes valedoras de la parroquia. En los centenares de niños que pasaron por la catequesis de Santa Ana siempre quedará grabado al padre Jesús levantando el dedo, un gesto que daba paso a un silencio sepulcral.

También abrió la Basílica al pueblo y fue el "apóstol" de María de la Candelaria, a la que llevó en peregrinación con motivo del quinto centenario de Santa Cruz en 1994; por similar efemérides a La Laguna en 1997, y las visitas establecidas cada siete años a Santa Cruz en 2002 y La Laguna, en 2009.

Con el obispo Damián Iguacen Borau avanzó en la recuperación de la ruta mariana, promovió el conjunto escultórico de los guanches de Candelaria, que celebra este año sus bodas de plata, y se quedó con el desconsuelo de la remodelación de la plaza de la Basílica.

Sin embargo, hizo realidad su sueño, fruto de la tenacidad que lo caracterizó: el centro de mayores que levantó en la subida a Igueste. El 17 de diciembre de 2004 se colocó la primera piedra de la llamada "residencia de mayores del padre Mendoza". Su deseo era que los vecinos de Candelaria tuvieran un huerto junto al pueblo por el que tanto habían trabajado y que, aún sin dinero, no tuvieran que abandonarlo para disfrutar de sus últimos días. Contra viento y marea, el 21 de noviembre de 2009 se convirtió en una realidad. Jesús no se daba tregua. Por la mañana se le podía ver atendiendo a la señora que entraba de rodillas por una promesa, a la que se acercaba y le decía que la Madre no quería ver sufrir así a sus hijos -hasta el punto de convencer a la mujer- o por la tarde-noche, en la penumbra, tras algún muro de la calle de La Arena, evangelizando a jóvenes que buscaban su felicidad más allá de lo religioso. Alguna madre recuerda acudir a la librería de la Basílica buscando ayuda porque operaban a su hijo en la Península y no tenía dinero para el pasaje, y cuando iba de regreso en la guagua hallaba dentro de su bolso un sobre con dinero. Otro colaborador destaca las dos realidades del padre Mendoza: de gran compromiso social y los pies en el suelo, y con la misma capacidad de predicar en San Francisco, a los pies de la Virgen, diciendo que María sonríe a sus hijos. Aunque cuando más feliz estaba, contaba Mendoza, era cuando regresaba a Candelaria.

Su asignatura pendiente, la salud, lo que dejó expedito el camino al azúcar, hasta el punto que le costó su pierna derecha. Pero no fue obstáculo para que acompañara a la Virgen a La Laguna en 2009, incluso en silla de ruedas. La primera vez que caminó con su prótesis fue en la plaza de la Basílica, animado por el entusiasmo que le contagiaron unos jóvenes con cáncer de la Península. Su predicación, en especial cada 14 de agosto en el ayuntamiento, o en cada peregrinación. Y su "grito de guerra", tres vivas a la Virgen de Candelaria, lo inmortalizan hoy, 5 años después. Y la plaza sigue sin la escultura prometida. Y sin la remodelación de la plaza de la Basílica que anheló.