En la historia de los múltiples traslados de la imagen de la Patrona de Canarias a San Cristóbal de La Laguna a lo largo de más de cuatrocientos años, no todos fueron para implorar la ayuda celestial cuando le sobrevenían calamidades al pueblo isleño, o porque se veían amenazados por ataques desde el exterior, o para resguardar la sagrada efigie del peligro de saqueos.

Malogrado en 1935 el intento de traerla a nuestra ciudad, como comentamos en crónica anterior, sí se llevó a efecto cuatro años después, pero con un carácter y un signo radicalmente diferentes. Había transcurrido solo mes y medio del final de la guerra civil española.

Refiere el prelado Menéndez-Reigada en su libro "La Patrona de Canarias y las fiestas de la victoria" [Santa Cruz de Tenerife, 1939] que a la Virgen de Candelaria se le habían hecho promesas, "incluso por quien tenía la responsabilidad del mando", de llevar a la capital tinerfeña su imagen, en acción de gracias, "una vez obtenida la victoria, que entonces se suponía había de venir muy pronto". Asegura también que la iniciativa partió del coronel de Estado Mayor Teodulo González Peral, comandante militar provisional de la isla de Tenerife al comenzar la contienda, que había sido mano derecha de Francisco Franco mientras este fue comandante militar de Canarias. Puntualiza además que González Peral concibió la idea en agosto de 1936, en "momentos críticos" para el ejército nacionalista. Asimismo afirma que al llegar el general Dolla a Tenerife para asumir el mando de la región, el 13 de septiembre de dicho año, Peral le transmitió "el compromiso contraído con la Santísima Virgen" y su propósito de hacerlo efectivo, y que Dolla, de infausta memoria para los canarios, asumió la idea y se involucró en los tempranos preparativos; solo que no pudo continuarlos, pues a los cinco meses, el 13 de febrero de 1937, fue destituido porque, aunque parezca mentira, hasta al alto mando le parecieron excesivos las arbitrariedades y el "celo" que estaba poniendo en los castigos. A la semana murió en Sevilla.

Acabada la guerra, el afán de transportar en volandas la imagen de la Candelaria desde su santuario se hizo realidad inmediatamente. Se quería celebrar sin demora y por todo lo alto, como así fue, no el cese por fin de una contienda que había dejado un reguero de sangre e injusticias, sino el triunfo del ejército vencedor. Y para darle al festejo la máxima pompa y resonancia se utilizó, por su poder de convocatoria de muchedumbres, la imagen de la Virgen que ha sido siempre símbolo entrañable y encariñado de la singularidad de nuestro pueblo.

Después de preparativos acelerados para su traslado a Santa Cruz, la comitiva emprendió la marcha desde la villa de Candelaria el 14 de mayo de 1939, a las siete en punto de la mañana. Dos horas y media después entraba en el área metropolitana por el municipio de San Cristóbal de La Laguna, en el que fue recibida por el Ayuntamiento en pleno, cabildo eclesiástico de la catedral de Los Remedios, representantes de los municipios del norte de la isla y un gentío inmenso, en la confluencia de la actual avenida de los Menceyes con la antigua carretera del sur, en La Cuesta de Arguijón. Una hora más tarde, el cortejo pudo reemprender viaje hacia la capital de la provincia.

Pasado el mediodía del 16, se inició el traslado de la imagen a nuestra ciudad. La llegada a la ermita de Gracia, lugar del recibimiento oficial, que se había previsto para las cinco de la tarde, se demoró dos horas, hasta las siete. La concurrencia fue enorme, porque a los laguneros se unieron muchísimos vecinos de Santa Cruz y de otros lugares de las islas, cercanos y lejanos. Bastante después de haber sonado las campanadas de las nueve de la noche en el reloj de la Catedral, la imagen de la Patrona cruzaba la puerta central del templo.

Cuando han transcurrido ochenta años casi de aquel paseo aparentemente triunfal de la imagen de Nuestra Señora de Candelaria entre himnos de victoria y brazos en alto, es momento de decir sin ambages, para que sea valorado en la justa medida que le corresponde, que el de 1939 ha pasado a la historia como el traslado que nunca debió efectuarse. Fue un grave error de la iglesia nivariense haberlo permitido e involucrado en él. Hay que reconocerlo, incluso como catarsis. Se utilizaron, sin el respeto que siempre merecieron, uno de los símbolos máximos de la espiritualidad de los canarios como es la Virgen de Candelaria y los sentimientos más entrañados de los isleños, creyentes y no creyentes y del signo ideológico y político que fuera, pues todos, unos y otros, han tenido siempre en la Virgen Patrona un hermoso emblema de canariedad acendrada, de unidad y de nobleza espiritual, que hunde sus raíces en la misteriosa sensibilidad del pueblo guanche.

*Cronista oficial de San Cristóbal de La Laguna