El Gran Circo Mundial regresa de nuevo a Tenerife con números asombrosos que hacen que lo imposible se convierta en realidad. Acróbatas, equilibristas, gimnastas olímpicos y clowns protagonizan este nuevo show 2009, que se estrena en Santa Cruz de Tenerife con motivo de las Fiestas de Mayo y que el mes próximo visitará por primera vez la isla de La Palma.

Más de 150 personas forman parte del equipo artístico del circo, entre las que se encuentran familias enteras que viven por y para el espectáculo.

Este es el caso de la británica Laura Miller, que hace diez años decidió abandonar su profesión de bailarina para vivir una bonita historia de amor con el acróbata Bruno Antares, que la introdujo en el mundo de las variedades y el que la ayudó a convertirse en una destacada estrella en el ámbito circense internacional; de hecho ha sido galardonada con el Óscar de Plata en el Festival de Montecarlo, que preside Estefanía de Mónaco.

La acróbata realiza un número único en el mundo, en el que combina aire, agua y fuego y que ha dejado boquiabiertos a los espectadores.

La joven admite que no concibe su vida lejos del circo. "Tengo casa en Francia y en Benidorm, pero no podemos estar más de un mes sin querer salir de tourné de nuevo. Me encanta conocer otras culturas, distintas ciudades, algo que de otra manera no podría hacer".

Su actuación pone de manifiesto su increíble belleza, algo que sabe explotar a la perfección sabedora del impacto visual que produce su silueta mojada saliendo de una piscina con 7.000 litros de agua. Reconoce que sólo ensaya dos horas diarias cuando no está de gira y que nunca ha sufrido ningún accidente de gravedad salvo pequeñas quemaduras en el pelo y alguna que otra cicatriz.

Laura Miller es sólo uno de tantos ejemplos de vidas dedicadas al espectáculo, a la vida errante, a un mundo entre bambalinas al que, como admite la joven acróbata, "aprendes a amar a pesar de estar lejos de tu familia. Quiero continuar hasta que engorde..."