NO SE TRATA del título de un legendario "spaguetti- western" acomodado a la Europa que el próximo día 7 de junio elegirá a sus europarlamentarios. No. Aunque sí se revela como cierto el dicho de que la realidad supera a la ficción. Precisamente porque los ciudadanos no debieran acostumbrarse nunca a asumir los casos de corrupción política -presunta siempre, claro- como algo inevitable e inherente al ejercicio de la representación del pueblo que, confiado, los vota para que velen por sus intereses y proyecten, en la medida de sus posibilidades, un futuro más halagüeño, sobre todo en esta época de crisis.

Supongo que debieron perderse las clases de vergüenza pública aquellos que usan los votos de sus electores para enriquecerse a costa de vender lo que no es suyo. Aquellos que otorgan, compran, venden o se benefician de la espiral de avaricia que parece no tener límites en este sistema del todo vale. ¿Cómo se le puede pedir a la ciudadanía que trabaja -o lo intenta, porque las cosas no están como para muchas alegrías- que vayan a votar cuando siguen detectándose casos de corrupción política? ¿Cómo explicarles que son sólo unos pocos estos desalmados delincuentes -da igual el partido político al que pertenezcan-, cuando la calle escucha día sí y día también que todos los políticos son iguales?

Al final, hay que reconocer y admirar la paciencia de la ciudadanía, y la entereza de quien va a votar pensando que su papeleta puede cambiar el futuro, a pesar de estos indeseables que cercenan y rompen la confianza del pueblo en sus instituciones y en la democracia.

Ayer volvió a inundarse Canarias con el fétido olor del dinero manchado de prebendas y favores. A ver quién es el guapo que nos convence de que no pasa nada.

(*) Redactor jefe de EL DÍA