Caminar por las calles de la capital tinerfeña siempre es una delicia en cualquier estación del año. Las estampas del fotógrafo Jesús Adán dan buena muestra del colorido y el trajín que se respira en esta Santa Cruz más viva cada día. Basta sólo con contagiarse del ritmo que se respira en pleno centro de la capital tinerfeña, una vez se enfila la plaza de Weyler, que, presidida por una renovada fuente que luce en todo su esplendor, parece "contonearse" por la calle del Castillo, que discurre hasta la mismísima plaza de España, donde la ciudad se entrega al mar en un remate bordado según la idea de los arquitectos suizos Pierre y De Meuron. Nada más adentrarse el transeúnte en la calle del Castillo puede disfrutar de un minibosque urbano de olivos bajo los que compartir sabiduría, un ejemplo más de una ciudad vegetal, donde visitantes tanto pueden perderse por el callejero chicharrero como disfrutar de altares recoletos que parecen haber germinado en forma de terrazas desde las que se pueden recrear en la belleza atlántica de Santa Cruz.