LA ANÉCDOTA acaeció el miércoles pasado, cuando aterricé en Los Rodeos. La verdad que cansado pero satisfecho. Cuando me disponía a salir, un agente de la Guardia Civil me requirió. Con aquel mochilón, perilla y pinta de montaraz tras no pocos días "pateando" con intensidad, podía muy bien presentar pinta "sospechosa".

No fue por ahí la cosa. El citado agente -lamento no haberme quedado con su nombre- me preguntó si yo era el periodista que había detallado en la radio (en un par de intervenciones en el programa de Pepe Moreno) las vivencias del Camino de Santiago, incluidas las gastronómicas.

Mi interlocutor se mostró muy interesado por la Ruta Jacobea y yo se la recomendé vivamente. Como también a todos ustedes, estimados lectores; personalmente, culminé mi tercer Camino completo, esta vez el denominado Inglés (de Ferrol a Compostela), además de seguir hasta el Fin del Camiño, a Fisterra. El número, esencialmente, es lo de menos. Entre mis compañeros, Paco Martínez cumplía su quinto "escudeto", José Carlos y Filiberto el primero. La fuerza que impregna el alma este compendio vital que irradia la media de 30 kilómetros diarios a pie, en el que hay que lucharse cada resquicio de la orografía (gallega en este caso) siguiendo la flecha amarilla, otorgan una visión, una convicción distinta y distante frente a esta vida cotidiana, estresante, en la que hemos decidido sumergirnos.

De hecho, la sensación de dulce "inadaptación", días después de la caminata, es del todo tonificante, les aseguro.

Desde este "gongo" animo a que, en la medida de las posibilidades físicas de cada uno, puedan ustedes "atacar" senderos, corredoiras, paisajes, gastronomía (a precios muy módicos) y momentos duros y de carcajadas sanadoras. El Jubileo ganado por este servidor va también para ustedes.