EVO MORALES, uniformado de futbolista y con el 10 a la espalda, haciendo tal vez un guiño al Maradona versión cocalero propina un rodillazo a un miembro de la oposición en un partido presuntamente amistoso. El árbitro se echa mano al bolsillo y saca una cartulina de color rojo. La acción es clara. Daniel Cartagena -el individuo en cuestión- se va directamente a los vestuarios porque el mandatario boliviano se ha hecho daño en el lance. Las últimas noticias dicen que el integrante del Movimiento Sin Miedo (MSM) está desaparecido porque teme acabar con sus huesos en la cárcel o hasta pasar por un consejo de guerra. Algo cuando menos curioso, ya que el accidentado encuentro se celebró en La Paz.

El auténtico Maradona viajó la semana pasada a Moscú para participar en un acto benéfico para recaudar fondos para el Instituto Raisa Gorvachova -la fallecida esposa del inventor de la Perestroika-, que atiende a niños con problemas hematológicos. El "chou" consistía en atinar en varias dianas acumulando hasta un máximo de un millón de euros. El astro argentino logró la nada despreciable cantidad de 500.000 euros, lo que, sin embargo, demuestra que ya no tiene la misma precisión de la compañía de relojes suizos que organizó el evento.

Entre tanto, Romario compite estos días con un payaso, un cantante melódico y una actriz porno por un puesto en el parlamento brasileño.

Pero de entre todos los ejemplos de la interconexión entre la política y el deporte rey me quedo con el que vivimos el pasado domingo en Madrid con el gol que Tomás Gómez le metió a Zapatero. Sobre la "machada", que relega a Trini al banquillo y lo convertirá en titular en la determinante confrontación de mayo con Esperanza Aguirre, el presidente del Gobierno se limita ahora a echar balones fuera.

*Redactor de EL DÍA