EN LA VIDA, querida amiga, hay muy pocas realidades que puedan dibujarse de color blanco o negro. En la mayoría de los casos hay que acudir a la tonalidad de grises para poder acertar con el tinte verdadero. Y casi siempre es un simple matiz el que provoca el cambio en una situación que a simple vista nos parece de una tonalidad. Quizás por eso recomiendan contar hasta diez, e incluso veinte, cuando hay que afrontar un hecho más o menos delicado. Para que dé tiempo a observar todos los matices y no confundirnos. ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de haber tomado una decisión de manera demasiado apresurada, dejándonos llevar por el primer impulso o por los prejuicios que todos tenemos, sin dar paso a ese periodo de tiempo necesario para la reflexión?

La vida, querida amiga, está llena de matices y si de lo que se trata es de analizar o enjuiciar las relaciones humanas, qué decir. Cada persona es un mundo, con sus cosas buenas y sus cosas malas, con sus virtudes y sus defectos. Hay muy pocas que sean perfectas. Por no decir ninguna. Todos cometemos errores. Unos más graves y otros más leves. Lo verdaderamente importante es la lucha que cada uno mantiene consigo mismo para tratar de que en su día a día se noten más las virtudes que los errores. Pero también en esto entran en juego los matices.

Por todo ello, querida amiga, la mejor forma de abordar a diario lo que nos rodea es tomarse las cosas con cierto grado de humor, relativizando en la medida de lo posible aquellas cuestiones intrascendentes que tanto nos molestan si las valoramos más allá de lo que se merecen. Como diría Quino, todo sería diferente si nuestra vida fuera de atrás para delante. Seguramente porque la experiencia nos haría caer en la cuenta de lo verdaderamente importante.