HABRÍA SIDO mejor para todos que hubiera elegido la coherencia con aquella frase de que el tiempo no le iba a cambiar. Porque luego ha resultado que lo ha modificado todo y ni a él ni a su proyecto los reconocen ahora ni la madre que los parió. Que un día nos acostamos con un Gobierno de izquierdas y a la mañana siguiente teníamos otro de derechas sin pestañear ni cambiar de siglas y sin elecciones de por medio. Lo cual no dejar de ser llamativo, lo quieras o no. Al actual Ejecutivo socialista lo eligió la izquierda de este país, que se movilizó para evitar un triunfo de los otros. Votantes de todo el espectro ideológico que va de la siniestra al centro en un viaje de ida sin vuelta. Si aquello era válido en los buenos tiempos, lo sigue siendo en estos, tan inciertos.

Todos se habrán quedado de piedra con el andar de la perrita, con la deriva de Rodríguez Zapatero. Que si ayer congeló las pensiones hoy elimina las únicas ayudas de que disponían quienes no encuentran trabajo. Que si un día anunció un plan de recortes tan brutal como para comprometer el crecimiento económico y la creación de empleo, hoy privatiza y anuncia duras reformas con los subsidios que cobran quienes tienen edad suficiente para descansar.

Que no se puede negar la presión de los mercados, que a España le sale caro financiarse -al menos más que antes-. Que quizá hacía falta acometer cambios, aunque igual no sean estos. Pero que saliste elegido con un programa y con unos antecedentes y que si les vas a dar la vuelta como a un calcetín, lo lógico es que te quites de en medio y admitas que tú no eres la persona idónea porque vas a traicionar a quienes optaron por ti. Hubiera sido honesto. Porque a lo mejor a muchos no nos gusta el calcetín que te has puesto en el pie derecho.

A los españoles nos quedan tiempos duros que soportar. Duros e injustos. Con un Gobierno que fue de izquierdas y ahora no. Con un proyecto que daña a los que menos tienen. Y con un sistema del que han salido impunes de rositas quienes lo crearon y más culpables han sido.