Dicen todos los analistas, incluido Miguel Cabrera Pérez-Camacho, que la cera de este Gobierno se acabó. Los aliados de Coalición Canaria, y la propia Coalición, empiezan a empujar a Paulino Rivero para que se vaya. Nada justifica su presencia en el Gobierno, ni siquiera su extinta capacidad de maniobra. Nadie cree al presidente, que ha hecho del poder que le dieron las urnas una finca particular. Sabe que nadie lo quiere y sigue ahí, forzando una situación absurda, rodeado de un puñado de leales.

Rivero no podrá soportar la presión de sus propios correligionarios y, sobre todo, la de la calle. Ya nadie cree en él. ¿Cómo van a creer en él los ciudadanos de un país con más del 31% de parados, la tasa más alta de Europa, con muchísima diferencia del segundo?

La credibilidad de Rivero se ha extinguido, como se extingue la cera de una vela. Se acabó. Ya no hay margen para la rectificación. A Canarias –lo mismo que ha ocurrido en España– sólo la salva un cambio de Gobierno. Un cambio de Gobierno, empezando por el presidente, que no da una en el clavo.

Incluso esos que llaman "barones" de CC, como publicó este periódico, le han dicho al todavía presidente que no haga de su propia guerra una guerra del partido. Porque hay mucha gente en CC que no ha querido perjudicar a este periódico con decisiones y comentarios disparatados, que respeta a su director y a los que trabajamos aquí. Pero Rivero se ha empeñado en nadar contra corriente y en poner a los pies de los caballos a su propio partido, con tal de salvarse él. Parece inaudito.

También ha dicho Nacho González que el pacto durará lo que dure el "comportamiento" del Partido Socialista Canario. Si presiona, él presionará con el CCN detrás. Con estas perspectivas, una vez que Rivero se alió con el muerto, malos augurios le vemos al actual pacto de Gobierno. Es muy probable que cuando terminen las fiestas navideñas se empiece a hablar de cambios. De necesarios y urgentes cambios.

El futuro del nacionalismo canario, con los actuales protagonistas instalados en CC, es muy negro. No son nacionalistas de verdad. Son los patrones de una finca que es de todos y de la que ellos se han apropiado. No es esto lo que quiere el pueblo canario. El pueblo canario quiere gestión, quiere resultados, quiere nacionalismo de verdad que conduzca a las más altas cotas de autogobierno. El pueblo canario no quiere que un presidente se instale en su fortín para defenderse de nadie sabe quién. Y su munición la pagamos todos. Ya está bien. Su Gobierno es un Gobierno en subasta. ¿Quién da más?