ASÍ está, mis hijos, el todavía presidente de la cosa, el del Paulinato, o don Rivero, a secas. Agarrado al duro banco de una galera turquesa. Saltando como un saltamontes de Lanzarote a Fuerteventura, a ver qué rasca, porque el nacionalismo no es posible sin todas las islas; y estas dos le iban a fallar si don Rivero se hubiese puesto del lado de Repsol; es decir, del lado del Gobierno de Madrid. Por cierto, le dijo a Soria de viva voz, pero en privado, que él (don Rivero) estaba a favor de sacar petróleo. Según dice Soria, eso sí. Eso de "sacar petróleo" me suena.

Ha llamado el Paulinato, el Claudillato, el Armallato y el Sanginesllato a la guerra santa. Lo secundan, con un entusiasmo digno de mejor causa, el Ortizllato, el Bermudato (¿o es el Bermudito, nunca me acuerdo?) y el Barraganllato. Ah, y el ecologismo ramplón, que siempre aparece antes que la mancha. Porque a veces no hay mancha y ellos sí están. Y el Parlamento, esa sesuda asamblea de señoras y señores ociosos.

Con todo este ejército de Pancho Villa, y con otros elementos más que le llevan el estandarte, afronta don Rivero su hora final, antes de que un grupo de disidentes (si no los ahogan los vítores de siempre) le eche una arrojadura al congreso de CC, la madre de todos los congresos. Es decir, la madre que los parió.

Y si no llega la pota llegará la gloria, porque entre la pota y la gloria hay centímetros. Dicen los disidentes que ellos sí existen, como el sur de Benedetti, y dicen los no disidentes que no hay disidentes. A ver, léanlo despacio para que lo entiendan porque parece un trabalenguas.

El presidente es cada día menos presidente. Ya son cada vez más los medios que lo cuestionan, uno detrás de otro. Pocos le quedan. Eso sí, le quedan los que cobran, los paniaguados, un diario por provincia y algún que otro antro residual. Es ley de vida, tú me favoreces, yo hago de exegeta. La condición humana, amigos y amigas, cucarachos y cucarachas, insectos e insectas, leires y bibianas. La condición humana, sí señor, de la dádiva y la prebenda universales.

El Paulinato se desmorona, como el templo de Jerusalén. Vienen tiempos de petroleras, de medianas, de aguas turbulentas en suma. Dice Alarcó que hay menos riesgo en la extracción que cuando los petroleros limpian fondos en los mares cercanos, sin encomendarse a Dios ni al diablo. Y no le falta razón al sobrino de Dios. El Paulinato se desmorona, amigos -y amigas-, aunque conociendo como conocemos al personal de a pie de CC, todavía quedan aplausos. Muchos aplausos. Y mucha mortadela que repartir.