Ayer, una vez más, iniciamos la semana con una mala noticia en nuestra primera página: la patronal tinerfeña teme otro frenazo en la recuperación canaria. ¿Es que puede haber algún tipo de recuperación mientras Paulino Rivero sea presidente? Los responsables de la CEOE-Tenerife, es decir, los empresarios tinerfeños integrados en la CEOE española, conocen muy bien lo que está pasando. En realidad, quien está al tanto de todo y lo dice abiertamente es el secretario de esta organización y no su presidente, que no da la cara porque pertenece a Coalición Canaria y le debe respeto al sátrapa dictador político que lidera este partido de falsos nacionalistas. Unos y otros saben perfectamente hasta qué punto ha llegado el hambre y las calamidades.

En manos de los empresarios canarios está la salvación de estas Islas. Si los empresarios salen a la calle y se quejan, puede que cambie esta situación. Si permanecen impasibles como hasta ahora, seguiremos con el paro, el hambre y la miseria. Ya es hora de que desaparezca esta porquería política. Ya es hora de que acabe el favoritismo para los amigos. Y no queremos entrar en los asuntos de México y otros que no vamos a citar ahora porque quien los conoce bien nos pide dinero para aportarnos pruebas. Hablamos de personas próximas al matrimonio rumano.

Hasta tal punto estamos pasando hambre y calamidades, que hemos vuelto a lo que denuncia un periódico canarión que se imprime en Tenerife. Ese diario recoge unas declaraciones de Hilario Rodríguez, concejal de Participación Ciudadana de Santa Cruz: "Las instituciones tienen que empezar a repartir cartillas de racionamiento", dice. Añade este concejal santacrucero, y auténtico patriota canario, que "la tasa más alta de paro de Europa está en el suroeste de la capital". Volvemos a los tiempos de la posguerra española, cuando había hambre. Sin embargo, ahora no estamos en esta situación por culpa de una guerra civil; estamos así por la guerra contra todos del necio político que nos gobierna para seguir en el cargo que ocupa ilegítimamente, por mucho que haya pactado con los socialistas, pues no fue su partido el que ganó las elecciones. Ni el suyo, ni el de sus socios. Lo repetimos: estamos pasando hambre, cuando podríamos ser una de las naciones más ricas del mundo, por el empeño de este déspota político y de su esposa de seguir a toda costa.

¿Cómo se explica que mueran las personas en las listas de espera sanitaria, que pase hambre la gente y que huyan los jóvenes aterrorizados ante un futuro que nos les garantiza nada en unas Islas que siempre fueron afortunadas? Y todo ello mientras un matrimonio formado por una goda y un mago, siempre hablando en términos políticos, disfruta y se distrae sin merecimiento alguno para ello. No nos explicamos el aplatanamiento del pueblo canario. No entendemos cómo permite la gente estos desmanes y estas tiranías políticas. No cabe en la cabeza de nadie que todavía no hayan obligado a dimitir a esta pareja de descarados y atrevidos.

También hemos leído en la prensa de estos días que las universidades canarias están al borde del precipicio. ¿Qué necesidad tenía Canarias de dos universidades, cuando ya existía una de arraigo y solera en La Laguna? No negamos, como ya dijimos hace unos días, que la política de la Universidad de La Laguna no fue acertada con los estudiantes de Las Palmas. Sin embargo, los errores se corrigen adoptando las medidas oportunas, no cometiendo un error aun mayor para contentar a una isla que no es la primera del Archipiélago, por mucho que se empeñen algunos en llamarla "gran", sino la tercera. Es la islita de las islitas y, además, carece de encantos naturales.

Nos sobra una universidad, que no es la lagunera, y nos sobran municipios. Hay que suprimir ayuntamientos y dejar que gobiernen los cabildos. Es una babiecada teórica que no conduce a nada decir, como lo ha hecho algún presidente de corporación insular, que hay que mancomunar servicios. Lo que hay es que agrupar la gestión municipal eliminando consistorios. Lo cual no significa, como igualmente hemos dicho en otras ocasiones, suprimir las localidades y su idiosincrasia. Lo que deben desaparecer son los políticos inútiles que se pelean a muerte por un cargo con tal de cobrar un sueldo público.

Necesitamos imperiosamente la independencia. Ahora sabemos que no podemos esperar nada de Paulino Rivero y, posiblemente, tampoco de Coalición Canaria, porque, aunque hay independentistas en este partido, como el propio Hilario Rodríguez, están amordazados por Rivero y su capilla. En nuestro editorial del domingo reseñábamos el documento que ha enviado al Comité de Descolonización de los Pueblos el Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario. Seguimos confiando en la resolución 1.514 de este Comité, al igual que albergamos la esperanza de que la ONU conozca el drama que sufren estas Islas desde hace casi seis siglos, cuando fueron criminalmente invadidas por una nación que no es africana sino europea. Confiamos que pronto las Naciones Unidas incluyan a Canarias en la lista de territorios que deben ser descolonizados, porque somos una colonia descarada por mucho que España nos disfrace de comunidad autónoma.

España mantiene en Canarias un Ejército al que hemos elogiado y seguiremos elogiando porque es un Ejército disciplinado -cumple órdenes del mando-, digno, sacrificado y abnegado. Sin embargo, es un Ejército que está aquí y al que le teme el pueblo, aunque estamos convencidos de que jamás disparará contra la población, como tampoco lo hará la policía, cuando la gente salga a la calle a pedir su libertad. En la libertad está la solución de todas nuestras miserias.

No podemos seguir bajo el yugo colonial; bajo una sumisión que comenzó en la isla de Tenerife con la escena recogida en el repugnante cuadro que publicamos como ilustración en nuestro editorial del domingo. Al amparo de la santa cruz, del símbolo del redentor, de un hombre bueno llamado Cristo, se conquistó esta Isla como ya se había hecho con el resto del Archipiélago. La consumación de un holocausto y de una genocida invasión que nos ha mantenido sometidos a España durante seiscientos años, a pesar de que Canarias no es España ni es de España; Canarias es una tierra sometida por España. Un Archipiélago cuya ocupación se perpetúa en nuestros días por ese Ejército que mencionábamos antes y que, lo repetimos, le infunde miedo al pueblo para que no se subleve. Pese a ello, quizá pronto, mucho más pronto de lo que se imaginan algunos, el hambre provoque un estallido social violento; un extremo que no deseamos, pero que se palpa en un ambiente cada vez más enrarecido porque las injusticias están siendo muchas. Injusticias y tiranías a cargo de un sátrapa político que se niega a dimitir y a exiliarse. Nadie podrá decirnos que no hemos avisado de todo esto con mucha antelación.