Dobles y triples volteretas, bucles y espirales, axel, piruetas, arabescos y escorzos son algunas de las figuras que los bailarines de "La bella durmiente sobre hielo" dibujan desde ayer sobre la pista instalada en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. Allí se recrea hasta el domingo el clásico ballet de Piotr Ilich Tchaikosvki, que llega a la Isla de la mano de The Imperial Ice Stars, la compañía dirigida por Tony Mercer, que intentará en las ocho funciones programadas repetir el éxito logrado hace un año con otra de las cumbres escénicas del compositor ruso, "El lago de los cisnes".

El nuevo espectáculo moviliza a veinticinco patinadores de procedencia eslava. Son la parte visible de un equipo artístico que suma, entre todos sus componentes, más de 250 medallas obtenidas en competiciones deportivas de alto nivel. Pero "La bella durmiente" no es solo un conjunto de espectaculares acrobacias, sino una forma nueva de ver el teatro musical que expande el trazo del ballet en una grácil demostración dirigida al corazón y los sentidos. La obra trata, en definitiva, de hechizar al espectador con un conjuro volante en el que el patinaje y la danza armonizan sus lenguajes.