El Tenerife dilapidó ayer la posibilidad de regresar a la Segunda División. Está claro que la Segunda B es una tercera encubierta.

Al margen de lo malo que era el árbitro, una calamidad, al Tete no se le vio actitud de ganador. Es decir, practicó poco fútbol y no se hizo acreedor a la enorme afición que tiene, a la que sacó de quicio con sus errores. No merece la isla de Tenerife este calvario futbolístico y ya será muy difícil recomponer un equipo que debe mucho dinero y que no encuentra ningún incentivo para volver a su historia.

Uno recuerda ahora a Javier Pérez, el gran presidente que tuvo el club, que acabó igual que un gran alcalde de Santa Cruz, don Santiago García Sanabria: traicionado por los que siempre le adularon.

Se acabaron las ilusiones. La Ponferradina jugó mejor, demostró que quería ganar. El Tenerife fue un guiñapo, dominado en todas las líneas y perjudicado por un inútil del arbitraje que espero encuentre el justo castigo por su torpeza y su incapacidad para dirigir un partido de fútbol.

¿Qué pasará ahora? Con la deuda monstruosa que el club arrastra será muy difícil mantener su estructura actual, pensada para ascender. Ya se habla de la dimisión de Miguel Concepción, pero es que las acciones de la sociedad las tiene él. ¿Y quién las va a querer ahora?

Volver a la política de cantera parece ser la solución. No hay dinero, pero sí una afición enorme, una afición de Primera División. Es muy difícil mantener un equipo de lujo en medio de la crisis económica que vivimos. El fútbol también la paga. Y un fútbol modesto, como es hoy el nuestro, con mayor razón.

El futuro, desde luego, se presenta muy incierto. No sabríamos decir si Miguel Concepción aguantará el tirón o si caerá, arrastrado por el gran desencanto que deja el Tete a su afición. Merecemos mucho más, pero se nos niega una y otra vez. El C.D. Tenerife se muere poco a poco.

Quienes sienten estos colores sufren hoy la decepción más absoluta. Hay que empezar de cero otra vez, pero ¿cómo, con la tremenda deuda que se arrastra desde hace años? ¿Cómo salir de este pozo inmenso en el que se mete el equipo tras la derrota de ayer?

Parece mentira que un solo partido de fútbol, o una sola eliminatoria, sean suficientes para acabar con tantas ilusiones y con tantos proyectos de futuro. Mas el fútbol tiene mucho de ingrato, de ahí también su emoción y su grandeza. Y al Tenerife le ha tocado la peor parte, esta vez. Ya son demasiados años de sufrimiento.