UNA NOTA de agradecimiento a los centenares de personas que, por aire y por tierra, han combatido y combaten los incendios de Tenerife, La Palma y La Gomera. Gente que se juega la vida luchando contra las llamas en medio de una orografía terrible, de un viento cambiante y de unas temperaturas extremas. Tres ingredientes fatales para que ocurra una desgracia, que afortunadamente, en el aspecto humano, no se ha producido esta vez.

El monte no se quema por casualidad, sino por imprudencias. La gente no acaba de asimilar que una colilla, la chispa de una sierra o un descuido en una barbacoa o en una quema de rastrojos pueden abocarnos al desastre; y mucho más con temperaturas superiores a los 35º y la plena acción de los benefactores (para el clima en general, pero no para el fuego) y cambiantes vientos alisios.

Es preciso extremar los cuidados en esta época del año y más cuando el invierno anterior tampoco ha sido pródigo en lluvias. El monte está seco, hay mucha pinocha en el suelo y cualquier imprudencia, por leve que sea, puede afectar a hectáreas y hectáreas de nuestro territorio insular. 1.700 se han quemado en La Palma, más de 3.000 en La Gomera, más las que resultaron afectadas en Tenerife hace quince días. Los daños no son muchos, afortunadamente, ni el fuego ha dañado a personas ni a bienes, pero es preciso tomar precauciones.

El fuego forestal en Canarias, que ha sido siempre un azote para sus habitantes, se combate ahora con medios mucho más sofisticados y con la actuación de especialistas, que lo atacan donde es más rápida y menos riesgosa su extinción. En tiempos pasados, eran voluntarios inexpertos los que actuaban, con riesgo de sus vidas. Algunos se quedaron en el intento. Ya no se deja actuar a voluntarios, a no ser que estén cualificados.

Todas estas cosas nos enseñan. Nunca hay actuaciones perfectas, pero ya se trabaja con más cabeza, con más sentido y con mayores conocimientos. El fuego es un gran enemigo de nuestros bosques frondosos, que son una forma de riqueza y que dan a las Islas gran parte de su belleza.

Por eso hacemos, una vez más, un llamamiento a los ciudadanos para que extremen sus precauciones. Una colilla puede originar una catástrofe ecológica e, incluso, la pérdida de vidas humanas. Y es muy fácil tomar precauciones.