Los jueces se están poniendo muy pesados con los ruidos en todo el mundo. Menos fiestas y más tranquilidad, dicen sus sentencias, ya por norma. Incluso en Canarias hay decisiones judiciales sobre ruidos que condenan a penas de cárcel a quienes los provocan.

Uno de los más celosos defensores del tedio es un tal Felipe Campos, de Tenerife, que incluso estuvo a punto de cargarse el carnaval, llevando demasiado lejos la ley del silencio.

Pero el colmo de los colmos llega desde Australia. Una pareja australiana que reconoce tener sexo ruidoso cinco días a la semana -que Dios les conserve el apetito- fue arrestada, anteayer mismo, porque los vecinos presentaron veinte quejas contra ella porque no los dejaban dormir.

Jessica Angel, de 34 años, y su pareja de 45, Colin MacKenzie, de Sídney, reconocieron a los maderos que no paran y que, sobre todo ella, grita mucho.

"¿Pero cómo va a ser eso?", les preguntó, intrigado, el sargento; "ustedes podrían hacerlo de una manera menos cantosa, porque me están alterando el vecindario", añadió el veterano policeman.

Sin embargo, su superior, el inspector-jefe Trevor Lovegrove, y el apellido se las trae porque habla de amor, dice que ni hablar; que a follar a un sitio donde nadie les oiga, porque ni siquiera en horas laborables los MacKenzie paran la pata; bueno, o lo que sea, sino que al tran, tran.

Aquí, en Santa Cruz, no se ha llegado a esos extremos por parte del denunciador oficial del ruido, pero todo puede llegar. Colin MacKezie, en su defensa, dijo: "Yo reconozco lo que tengo que reconocer, pero es que Jessie no para de gritar y, claro, ¿cómo la calmo?".

Y en esto que el sargento, a las preguntas de los periodistas, dijo: "Esta vez pudimos evitar más rápidamente la cosa porque había un coche patrulla cerca, comprobó el nivel de los gritos, los agentes entraron en la casa y los trincaron con las manos en la masa". Bueno, o algo así.

La pareja ha sido conminada por las autoridades de Australia del Sur a que no tenga sexo (sic), por infracción de las leyes sobre ruido. "Si la policía es llamada nuevamente", dijo el inspector jefe, "será sancionada severamente". Así que, ¡a callar! Que para eso están las almohadas.

Y luego, ya para terminar, está la frecuencia de la cosa. Jessica y Colin fornican, repito, cinco veces a la semana, lo cual rompe la media australiana. Yo creo que esto es lo que cabrea realmente a los vecinos. En fin, que no cunda el ejemplo entre los enamorados del silencio, a nivel local. Me refiero a la denuncia, no al acto en sí, que el amor es libre pero el ruido, no.