Jaime Rodríguez, uno de los zurroneros más veteranos de Canarias, recibió el homenaje del subsector en la Feria de Artesanía de Pinolere de este año, dedicada a la piel en las Islas.

A sus 79 años casi cumplidos, Jaime Rodríguez habla con la pasión de otros tiempos y con cierto reproche a las nuevas generaciones con respecto a su postura frente a la defensa de las tradiciones. Este palmero afincado en Tenerife desde la década de los años 70 del siglo pasado ha dedicado buena parte de su vida a las cabras, siendo un reputado zurronero y partero de estos animales, y que ha forjado sus conocimientos desde la necesidad y la pasión.

Su trayectoria bien le ha merecido un homenaje en la presente edición de la XXVII Feria de Artesanía de Pinolere, que ha estado dedicada a la piel de Canarias.

Jaime Rodríguez, quien localiza el origen de su dedicación en su bisabuelo, indica que "en las Islas hay personas mayores y niños que no han visto un cabra en persona", y explica que el zurrón ha entrado en cierto desuso, "porque la gente prefiere amasar el gofio en una bandeja, cuando no es lo mismo, pues la diferencia es como la noche y el día". Este veterano artesano indica que cuando se emplea el zurrón, "el gofio coge un aroma especial y sale calentito por la fuerza que se le pone al amasarlo".

Para hacer un zurrón, "es necesario contar con una buena piel y el cariño que se le pone en la elaboración, un proceso en el que se tarda un par de días. Yo solo le pongo mis manos, estregando de un lado para otro hasta que se seque". Él prefiere utilizar la piel de la cabra canaria, y explica que "el zurrón, cuanto más claro sea el color del pelo, más suave de trabajar y mejor a la vista".

A pesar de los avances tecnológicos y los cambios en las preferencias de la sociedad actual, Jaime aún vende algún que otro zurrón en las ferias, sobre todo entre gente que los utiliza en romerías. "Salen poco a poco, y es más por mantener la tradición".

Explica que ha intentado que los jóvenes sigan con esta práctica ancestral, pero lamenta que, a pesar de que se ha ofrecido de manera gratuita para que no se pierda el oficio, y les ha dejado su número de teléfono, nadie le ha respondido. "Está claro que quienes mantienen nuestras costumbres son aquellos que se sacrifican y las quieren", asegura.

En cuanto a su otra faceta, que es la de asistir a las cabras en el parto, explica que "esa es una virtud que consiste en saber cómo ayudar con las manos a que salga el cabrito", una práctica que salva a muchas crías, "pero también a la madre, donde siempre hay que tener la máxima prioridad, porque si se pierde, fastidia mucho más".

Ambos aspectos los aprendió en su etapa de cabrero, "aunque lo de partero fue obligado, porque cada vez que tenía un problema, debía buscar a alguien y molestarlo. Me fijé en cómo se hacía y, poco a poco, fui aprendiendo. Tuve casos en los que estuve hasta cinco horas ayudando a una cabra a parir".

En la actualidad, Jaime ya no tiene cabras, y las pieles que utiliza proceden de una manada que tiene su hermana en La Palma, isla a la que acude cada año "para ayudar en la época en que las cabras paren".

Pese a sentirse orgulloso de lo que hace, observa el futuro de esta práctica con cierto temor, pues cree que "se perderá, porque la gente lo que quiere es dinero, cuando hacer o usar un zurrón era algo que hasta no hace mucho tiempo formaba parte de nuestra vida cotidiana, pues yo me acuerdo cuando el pescado salado era para la gente pobre y ahora es para la gente rica".

Asegura que, aunque nació en el año 1933, todavía puede ganar a los jóvenes en cosas como la constancia en el trabajo, "porque cuando empiezo sigo y sigo hasta acabar".