Los temores de Paulino, cuando empieza el nuevo curso, deberían ser que su pueblo, su gente, no quiere a sus políticos. Es algo generalizado en España, pero en Canarias la gente empieza a estar harta de pasar necesidad.

Los datos son tan demoledores que asustan. El 25% de las familias isleñas atraviesan por graves carencias; y un amplio porcentaje de ellas tampoco llega a fin de mes. El ahorro está en crisis, pero el consumo también. Canarias pasa, probablemente, por uno de los peores momentos de su historia.

Rivero tiene que pensar que puede figurar en esa historia como un presidente que no hizo nada por paliar el dolor de su pueblo. Su Gobierno ha perdido imaginación, si es que alguna vez la tuvo. No es capaz de atender las necesidades mínimas de su gente y su desgaste es tal que cuando empiecen a proliferar las encuestas los resultados van a ser demoledores.

Los de Coalición Canaria, sus líderes, siempre trabajan con una hipótesis: la falta de memoria de este pueblo. Hipótesis muy cierta, pero que está empezando a cambiar. Rivero no le ha respondido a Canarias y no se ocupa sino de temas que le pueden dar un puñado de votos, como el del petróleo. El ridículo que está haciendo el Gobierno de Canarias en este asunto es terrible.

Para más inri, ha pactado con un partido que no está en su mejor momento. La rivalidad absurda con Soria -absurda por parte de ambos- les hace quedar fatal ante los canarios, que ven en ellos a dos púgiles dando manotazos en el aire. Dos bobones.

Rivero tenía que mantener buenas relaciones con Madrid, mientras dependamos de Madrid. Cuando en Canarias se llegue a donde se tiene que llegar que se pelee con quien quiera, pero, mientras, el Gobierno de España nos tiene que dar lo que nos han quitado a lo largo de quinientos años. Y la mejor manera de que nos lo dé no es por la vía de la confrontación, que es la que ha elegido Paulino Rivero, sino por la de las buenas relaciones. Que, por otra parte, no tienen por qué perderse nunca.

Dudamos mucho de la capacidad de los actuales líderes de Coalición Canaria para canalizar el proceso de una Canarias sin dependencia de España. El colaboracionismo está a la orden del día entre estos nacionalistas de andar por casa. Rivero no ha sido sensible a ejercer una política exigente con Madrid, sino que busca una confrontación absurda que no conduce a nada. Porque exigir no significa enfrentarse. Hay maneras educadas de hacerlo.