LA GENTE no es boba. El día de la huelga, los españoles y los canarios dieron un ejemplo de estar con los tiempos. Primero acudieron a sus puestos de trabajo, con excepción de los gandules de los piquetes informativos (o destructivos, según los casos). Y luego, al caer la tarde, concluidas sus obligaciones, se manifestaron. Es todo un ejemplo, sobre todo para los sindicalistas ociosos que no dan palo al agua. Todos los gandules que no saben lo que significa el esfuerzo personal y que forman parte de los comités de empresa (con sus honrosas excepciones) se desenmascaran solos. Quiero decir que se pasan el día disfrutando de las horas sindicales que Europa acabará prohibiendo por atentatorias contra el buen gusto y contra la dignidad de los demás que trabajan.

Estos listillos ya están retratados por la sociedad, que les coloca la etiqueta de vagos inmisericordes e incompetentes, cuyo único fin social es joder a la empresa y evitar que ésta progrese. Deberían llamarse comités antiempresa, porque disfrutan poniéndola en un brete. Al menos en España y en Canarias, donde el empresario es visto como un adversario. (Naturalmente, el empresario también ve al mal trabajador como un enemigo pagado; y está en su derecho). Todo esto lo digo con las excepciones pertinentes, en uno y otro caso.

Lo que afirmo es compartido por la mayoría de los ciudadanos, pero no se manifiestan por eso que llaman (y me parece una estupidez) "lo políticamente correcto". Lo políticamente correcto debería ser darles con un palo en los morros a los políticos chupones y a los que no cumplan con sus obligaciones. Y a los sindicalistas gandules. Pero no; la expresión significa otra cosa.

Me he desviado del asunto. El otro día, el de la huelga, los ciudadanos no quisieron perder más horas y fueron a trabajar. Luego, con la fresca, integraron la marcha sindical, que tuvo un feo detalle. Al pasar por Hospitén, como hubieran hecho los manifestantes correctos de la Transición, no bajaron la voz para no turbar la tranquilidad de los enfermos, sino que agitaron sus sonajeros e hicieron sonar sus pitos, que tenían que haberse metido en salva sea la parte. Un horrible gesto.

Esa manifestación, esto hay que reconocerlo, fue pacífica y discurrió sin incidentes graves. Me alegro muchísimo, con los añadidos deplorables del caso. Y en Canarias la huelga no pasó a mayores. Más bien fue un día de felicidad, con menos tráfico. Parecía una jornada de agosto, o así. Pero dos huelgas generales en un año son muchas. Paren ya. Pónganse Toxo y Méndez a comer jamón serrano, que es lo suyo, y dejen al país en paz, que falta nos hace.