¿QUIÉN les ha permitido a los gobernantes que tenemos reírse de un país como Canarias? Ayer, por primera vez, hemos reproducido en uno de nuestros comentarios la silueta de una mujer que simboliza el valor más importante para cualquier hombre: la libertad. Dios quiso que los seres humanos fuesen libres. Cualquier sometimiento va contra la ley divina. La libertad es lo más grande. Por eso un pueblo sin libertad es un pueblo humillado, timorato y esclavizado. Es un pueblo que no cuenta en el orden mundial, pues todo el planeta lo desprecia por no reaccionar contra sus tiranos panza arriba, como hacen las fieras acorraladas. Esa es la situación del vejado pueblo canario. Somos un pueblo sometido, aplatanado, tolerante y miedoso; muy miedoso. Un apocamiento del que se aprovechan quienes nos colonizan, ya que conocen nuestros puntos débiles; nuestro talón de Aquiles. A esto es a lo que nos han conducido nuestra tolerancia y nuestro miedo. Y nos esquilma y nos roba nuestro oro y nuestras especias el gavilán de la hacienda española a través de su agencia tributaria.Un 14 de diciembre de 1960, la Asamblea de las Naciones Unidas aprobó su Resolución 1.514 sobre la descolonización de los pueblos. Un documento que suscribió España como estado miembro de la ONU. ¿Qué ha hecho el Gobierno español en los ya casi 42 años transcurridos desde entonces? Nada, salvo incumplir un tratado que firmaron sus máximos representantes. Canarias era una colonia en 1960 -lo somos desde hace 600 años- y lo sigue siendo ahora. España no cumple sus tratados porque no es una nación noble sino un país invasor e imperialista que se ríe de todas las disposiciones internacionales. Por eso ha hecho caso omiso de la mencionada Resolución del Comité de Descolonización de los Pueblos. Tampoco cumple los acuerdos de Montego Bay -que también firmó- sobre el Derecho Marítimo Internacional y, de forma especial, sobre las aguas que rodean a Canarias.

La libertad es una característica de los países democráticos. España no es una democracia auténtica porque sigue teniendo rejos de dictadura. Antes decidía el general y ahora lo hacen los partidos políticos porque vivimos en una partitocracia. Estamos muy lejos de países como Estados Unidos. Madrid, la capital de la nación que nos coloniza, no es una de las grandes capitales del mundo. Lo que se ha venido llamando España no es tal, sino Castilla: el país que cometió un genocidio con los guanches y los privó de su libertad. Una libertad cuya devolución exigen hoy en día los patriotas de Canarias. Aunque vivían en la edad de piedra, nuestros antepasados tenían sus estructuras familiares y sociales. Es decir, formaban un país civilizado. Canarias era entonces un país con libertad y con justicia.

Todo eso acabó con los Reyes Católicos, con sus adelantados y su Santa Inquisición. En la actualidad ya no nos atan con cadenas ni nos condenan a la hoguera, pero nos saquea la Hacienda española con su pico curvo de ave rapaz. Un ave que nos apresa con sus garras y nos picotea hasta apropiarse de todos nuestros recursos. Lo que está ocurriendo en Canarias con el saqueo al que nos someten las oficinas recaudatorias del Fisco español no tiene perdón. No aconsejamos la violencia porque siempre hemos dicho que nuestro deseo es recuperar la libertad por medios pacíficos, pero el pueblo canario no puede seguir más tiempo aplatanado. Tiene que echarse a la calle para exigir lo que le corresponde: su independencia. Violencia no, pero sí firmeza contra aquellos que han desgraciado al Archipiélago y siguen oprimiéndolo en beneficio de no se sabe quién. ¡Ay, sospecha, sospecha!

En estos días vuelve a estar nevado el Teide; el auténtico símbolo de Canarias. El Teide es una obra de nuestro creador. Un símbolo también de la libertad que Dios les concedió a todas sus criaturas desde su nacimiento. La libertad es, lo repetimos, el don más preciado de un ser humano. Por eso un pueblo que ha sido privado de su primer y más importante derecho debe echarse a la calle. Debe resistirse ante el invasor con todos sus medios. Incluso con la desobediencia civil y el incumplimiento de las condenas. Tampoco hay que temerle al caos. Menos el de la violencia, cualquier camino es lícito para recuperar lo que nos quitaron los castellanos hace seis siglos.

Pensamos que Rajoy, como gallego, como hijo que es de la nación gallega, debe dar los pasos necesarios para devolverles a Canarias y a los canarios lo que les corresponde. Rajoy puede ser quien dé cumplimiento al sueño de los celtas, recogido por Mario Vargas Llosa en una novela de título similar. Rajoy puede ser el gran sueño, y hasta el gran amor, de los canarios si hace lo que debe: establecer un calendario para la descolonización de estas Islas.

Los gobernantes españoles tienen que abandonar sus arcaicas políticas dictatoriales e imperialistas, y abrir los ojos a la realidad. Para empezar, España es un concepto falso. Lo propio es hablar de Castilla; es decir, de un país que se fue apoderando de los territorios de los demás pueblos que habitaban la península Ibérica. Esos pueblos luchan en la actualidad por recuperar su libertad. Al respecto debemos decir que lo ocurrido el domingo en Cataluña no ha consolidado la marcha hacia la independencia emprendida por el pueblo catalán, pero tampoco es algo definitivo. No olvidemos que se trataba simplemente de unas elecciones autonómicas. Más pronto que tarde, Cataluña será independiente.

Hemos manifestado en repetidas ocasiones que no nos gustaría ver el mapa de España con "mordidas" porque naciones como Cataluña, Vasconia o Galicia han dejado de pertenecer al Estado español. Sin embargo, y eso también lo hemos dicho, se impone recuperar la legalidad y los derechos que en su día fueron pisoteados por los castellanos. Porque el concepto de España, lo repetimos, es falso en sí mismo. Lo que procede es hablar de Castilla, cuyo idioma era y sigue siendo el castellano. El español nunca ha existido como idioma. Ese fue un invento del franquismo. Lo que corresponde, lo exacto, no es decir que hablamos español sino que hablamos castellano. Una lengua que abandonaremos los canarios, para adoptar el inglés, al igual que abandonaremos la cultura española, si los políticos de Madrid siguen haciendo caso omiso a nuestras legítimas exigencias de libertad.

Nos queda un último asunto por tratar en este editorial. Un asunto no por muy repetido menos inquietante. El pajarraco de Las Palmas, el tatarita forever, sigue haciendo de las suyas. Parece que no se cansa de acudir a los juzgados en los que, con cierta ayuda que conocemos, pretende ganar el dinero que no consigue como empresario porque Dios se la tiene jurada a los bellacos. Por eso el tatarita está en la ruina más absoluta. Una sentencia por mancillar el honor de unos jóvenes, confirmada por el Tribunal Supremo -lo han condenado a indemnizar con 8.000 euros a cada uno de los demandantes, y son muchos-, ha terminado de liquidar su parco efectivo. Por cierto, ¿cuánto le debe a la Seguridad Social? No parece que eso haya sido inconveniente para que le concedan una emisora de FM mientras que a EL DÍA se la han negado, pese a que en esta Casa pagamos religiosamente nuestros impuestos. ¿Necesitan el tatarita y su pareja dinero extra para pagar la hipoteca? Nos dicen que su digital lo hace ahora desde un cuchitril de Tafira. Mal acaba quien mal anda. Lo que no entendemos es por qué algunas decisiones judiciales le siguen dando patente de corso a este deleznable periodista para que insulte a personas más dignas que él y alguno de sus antepasados.