La tortuga boba es una de las especies marinas emblemáticas de Canarias, pues estas aguas sirven de hábitat a las poblaciones procedentes de América, que pasan en el océano Atlántico la etapa juvenil de sus vidas. Un estudio establece que las tortugas se han convertido en un bioindicador de la contaminación.

Sobre esta especie catalogada en peligro de extinción en el Libro Rojo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), principal órgano mundial en la materia, el Cabildo de Fuerteventura acogió una conferencia en el marco de la Fundación Canarias Conservación en la que la veterinaria María Camacho ha realizado una tesis doctoral pionera a nivel mundial sobre contaminación marina, junto al biólogo Manuel Carrillo, que lleva cuatro años realizando campañas de estudios para conocer el volumen y el estado de esta población en el Archipiélago.

Camacho explicó cómo las tortugas marinas han sido consideradas como bioindicadores de la salud del medio marino, de manera que, a partir de su evaluación, es posible extrapolar el estado general de un hábitat marino concreto.

La tesis de esta veterinaria natural de Fuerteventura se ha centrado en estudiar la presencia de elementos contaminantes tóxicos persistentes, o CTP, en la sangre de las tortugas marinas, concretamente en la mencionada especie "Caretta caretta".

Tras seis años de investigación en esta tesis doctoral, concluida la pasada semana (el documento cuenta ya con seis artículos científicos publicados en revistas internacionales indexadas, y un séptimo pendiente de publicar), la doctora Camacho ha concluido que los contaminantes persistentes se encuentran presentes en las tortugas que habitan tanto en aguas canarias como en las de Cabo Verde.