Ala vista de la deuda que soporta el Cabildo de Tenerife (alrededor de 425 millones de euros), no le queda otro remedio que privatizarlo todo, desde los casinos de juego al campo de golf de Buenavista, pasando probablemente por algunas empresas públicas que aún giran en la órbita insular.

Esta es una de las tareas que deberá afrontar el nuevo presidente del organismo insular, que se encuentra con un paquete desde luego no deseado. Corren malos tiempos para las instituciones públicas, que tienen que soltar lastre a toda costa.

Pero he aquí que los empresarios tampoco están en su mejor momento para pujar y hacerse con estas empresas, aunque sea a la baja. El campo de golf de Buenavista no ha encontrado comprador y para los casinos existen varios candidatos, algunos de ellos muy conocidos en el ámbito del juego de este país.

El juego también está en crisis, desde los bingos hasta las máquinas tragaperras, cuyos premios ya no son atractivos. Hay algún bingo que escapa, pero es la excepción. El resto no sabemos ni cómo subsiste.

Luego los casinos tampoco se van a enajenar en un precio astronómico, por los motivos ya expuestos. La gente se cansa de todo y los turistas que vienen al Puerto de la Cruz no son de los que se meten en un casino de juego. Tampoco el de Santa Cruz es rentable y solo el de Playa de las méricas, gracias a los turistas rusos, ha podido mantener a los otros dos. Pero nada del otro mundo. Todo tiene su época.

Es una cuestión de modas. Cuando se autorizó el juego en España se registró una especia de fiebre que contagió a muchos. Y al principio fue una novedad. Se recuerda la época de oro del Casino Taoro, en el Puerto de la Cruz, un establecimiento en el que se reunía la élite de la sociedad tinerfeña.

Y también la época pujante del casino instalado en el hotel Gran Tinerfe, en Playa de las méricas, igualmente muy frecuentado. El del Mencey llegó más tarde y con menos aspiraciones, pero también.

Todo esto se acabó. Lo mismo que no hay institución pública que soporte la gestión de un campo de golf como el de Buenavista, insuficientemente promocionado y con pocas ideas. Hace bien el Cabildo en quitarse todo esto de encima. Quizá en manos privadas todo esto sea rentable; pero solo quizás.