Fui a Macro a comprar folios de 90 gramos, que son los que me gusta usar. Y en una estantería vi el nuevo libro de Pilar Eyre, "ranco Confidencial" (Destino); lo abrí por la página 320 y, qué casualidad, hallé el eslabón perdido de mi tesis doctoral. Lo compré. Era como el prólogo de la gesta de Alfonso González Campos, que acabó como acabó; y que dio pie a uno de mis libros sobre la guerra civil en Canarias. No sé si recuerdan, probablemente no, que el gobernador civil de Santa Cruz de Tenerife era un marino mercante, amigo de Cipriano Blasco, hijo de Blasco Ibáñez, llamado Manuel Vázquez Moro. ranco lo odiaba, siendo el general comandante militar de Canarias. Y lo odió más cuando, ya el futuro dictador comprometido con Mola para iniciar el golpe de estado, en una cena oficial, Vázquez Moro gritó el preceptivo "¡Viva la República!". A lo que ranco respondió: "¡Cállese, imbécil!". Luego lo mandó a matar, sin piedad, casi al mismo tiempo que a Alfonso González Campos y al secretario del Gobierno Civil, Isidro Navarro, todos ellos buenos españoles, defensores de la legalidad establecida que estaba siendo turbada por los militares golpistas. El libro de Pilar Eyre es imparcial, exquisitamente imparcial. Y tampoco sabía yo que Carmen Polo, esposa del general, estaba enamorada de su cuñado, Ramón Serrano Súñer, que era un donjuán de cuidado. El falangista ideólogo que vivió toda la vida atormentado por el asesinato de dos de sus hermanos, a manos de la turba anarquista, junto a la tapia de un cementerio madrileño; murieron por no delatarlo. El libro habla mucho de Lorenzo Martínez uset, el notario que ejerció y vivió en Tenerife y que tanto ayudó a ranco en los prolegómenos del conflicto y durante la guerra civil. A uset le encargó el general la custodia de su mujer y de su hija Carmencita, a la que llamaban Nenuca. Repito que el relato habla de un ranco distinto, el ranco de un solo testículo, acomplejado, voz meliflua y tan temido y tan odiado por sus más íntimos. Incluso odiado por su padre, que despotricaba contra él en voz alta por las calles de El errol. Confieso que el tribunal de mi tesis doctoral, formado por catedráticos y profesores de la Complutense y de La Laguna, en sesión celebrada en Madrid, se sorprendieron mucho cuando yo les conté los intentos de atentados que sufrió ranco en Tenerife, uno de ellos en La Orotava y el otro en las dependencias de la Comandancia Militar, donde hoy está Capitanía General. Confieso que el libro "ranco Confidencial" me trasladó a Salamanca y a Burgos con gran detalle, los dos cuarteles generales del caudillo durante la guerra civil. Serrano Súñer fue el padre de Carmen Díaz de Rivera, la musa de la UCD, a la que se relacionó con Suárez y con el rey, incluso. Hay testimonios diversos que hablan de ello. Creo que leí algo de Manuel Vicent sobre esta historia; no recuerdo bien, porque los libros se me van de la cabeza como se filtra el agua en una cesta. Nunca tuve mucha memoria inmediata, sino remota, porque cuando quiero paso de puntillas por las cosas. Leo un libro y lo olvido. Hace Pilar una descripción interesante de los generales de ranco: el bilaureado y presumido Varela, Yagüe, el animal de Queipo de Llano. A todos los echó para atrás, de todos sospechó. Precisamente hace unos meses apareció la noticia, en el Reino Unido, de que algunos de los generales del caudillo -creo recordar que Aranda, entre ellos- cobraron del oreing Office para convencer a ranco de que no entrara en la guerra europea apoyando a Hitler. Y, cómo no, habla Pilar del sempiterno ayudante del caudillo, su primo Pacón ranco Salgado-Araujo, que llegó a teniente general y que escribió "Mis conversaciones privadas con ranco", un libro que se publicó tras su muerte y que está siempre a mano en mi biblioteca. undamental para entender al dictador en su laberinto. En fin, que he dedicado la semana a "ranco Confidencial", un relato interesantísimo para entender la personalidad de este hombre aficionado al cine, buen pintor, guerrero infatigable, reservado y sin piedad, que mató conscientemente a sus enemigos, lo mismo que sus enemigos mataban conscientemente a sus partidarios. Pero, en medio, cayó mucha gente inocente, que sólo había cumplido con su deber. Estas muertes de gente inocente queden sobre la memoria de sus asesinos. Si hay un Dios, ya habrá hecho justicia. Tengo en mi mente, porque me sé sus trayectorias de memoria, a gente tan honesta como Alfonso González Campos, Manuel Vázquez Moro, Isidro Navarro López. Tenerife se tiñó de rojo, como se tiñó de rojo el solar nacional. En una tierra en la que nadie se acuerda de nadie, cada uno va por libre, se han abandonado los sentimientos y todo el mundo se ha vuelto loco, bueno es recordar estos hechos. El otro día escuché, en la Cope, una entrevista con el corresponsal de "The Guardian" en Madrid. Decía: "En este país, al que tanto quiero, pasa una cosa rara: nadie se une para trabajar por él, sino que todo el mundo está en contra del otro; y así es muy difícil hacer nada". Cuánta razón tiene este joven periodista. Hasta algunos plumillas de aquí se han vuelto crueles y despiadados. Y yo sé por qué lo digo.