Ustedes saben que el velillo, nieto del mago, es muy atrevido. Habita en las barriadas periféricas y en los pueblos y es un hombre de gustos churriguerescos. Al dragón encarnado pegado en la tapa de la gasolina del coche, que era habitual, le ha sucedido una calcomanía con huellas de orificios de balas, que el velillo pega en la parte trasera de su vehículo. n horror. Estas cosas son, sin duda, influencias de los francotiradores sirios que se ven en los telediarios y que dejan todo perdido y despanzurran a tirios -y sirios- y troyanos que pasean tranquilamente por la calle, disparándoles con sus kalashnikov de mira telescópica. Como esta semana he estado profundizando en mi libro "Todos los magos son del Barça", que lo son, he estado también repasando imágenes de la televisión sobre el mundo convulso. No hay atentado en esos países árabes que haya sido tomado por las cámaras en el que no aparezcan un par de individuos con una camiseta del F.C. Barcelona, achichonados por los golpes y en cholas. Si el marketing culé ha llegado tan lejos y las prendas no son falsas, el negocio tiene que ser magnífico para los catalanes. Pero es que en los reportajes de la "National Geographic" los porteadores también llevan -en los mismos safaris- camisetas del Barça. No sé si el rey se la puso cuando mató a Jumbo en Botswana o si se trata sólo de una moda africana impuesta por Rosell antes de mandarse a mudar, preso de un canguelo. Ahora, por cierto, dicen que a Messi ya no le interesa el fútbol. A cualquiera le interesa después del taponazo de Hacienda. Lo que no han conseguido los fornidos defensas de la Liga -tumbarse a Messi- lo ha logrado el canijo de Montoro sableándolos a él y a su papá y breándolos a multas. Messi no va a levantar cabeza sabiendo que le tiene que entregar a los sabuesos de la Agencia Tributaria un buen mordisco de lo que gana. Y los próximos serán Neymar y su papá, cuando se descubra todo el chanchullo pendiente. Otra cosa; los equipos malos tienden a perder tiempo. Esto fue lo que le pasó al Atlético de Madrid el otro día, que perdió tiempo desde el minuto uno y cuando se dio cuenta se cumplía el 90 y ya iba perdiendo por tres a cero. La consigna de Simeone no puede ser otra que la que le enseñó su maestro Bilardo a él: el chanchullo, la pérdida de tiempo, el sacar de quicio al rival, engañar al árbitro. Así juegan los argentinos, como jugaban los italianos. Así vi yo la final de Copa el año pasado en el "Bernabéu", con el masajista del Atlético, en vez de estar pendiente de las pantorrillas de los suyos, arengando a las masas. El Madrid picó entonces, pero no ahora. Y ahora dio más patadas que sus rivales, como debe ser. Y no caer víctima de las malas artes del equipo contrario. A mí me gusta el juego limpio, pero de los dos, no de uno solo y el otro haciendo el pollaboba. na vez llegué yo llorando a mi casa porque un niño me había pegado en el colegio. Mi padre me dijo: "La próxima vez, cuando lo veas llegar, de frente, le das un piñazo en un ojo; ya verás que no te pega más". Así lo hice y santo remedio. El otro no se me acercó jamás y yo quedé más contento que unas pascuas y con mi honor restablecido. Si las querellas entre periodistas se resolvieran como antes, al piñazo limpio, y no en los juzgados, otro gallo nos cantaría. Porque en los juzgados nunca gana nadie, pero al piñazo, sí. Ahora resulta que digo esto y a lo mejor algún imbécil sostiene que incito a la violencia. No, un variscazo apenas no es violencia, es justicia social. El otro día, en el "Bernabéu", Simeone hizo el ridículo ante el Real Madrid, mientras lo llamaban cornudo en la grada, porque planteó el partido a la argentina; es decir, a no dejar jugar al otro por la vía de tirarse sus jugadores al suelo, dar patadas y sacar de quicio al rival. Pero ahora en el Madrid hay también jugadores golfos, como tiene que ser cuando el rival no practica el fair play sino el war play. Y Simeone se vio sorprendido por la contundencia rodillera de Pepe y por la puntería canillera de Arbeloa. Y fue vencido con sus propias armas. Así que se joda bien jodido. Qué decir del marrullero de Diego Costa, con más afición de cómico que de futbolista. Comenzó el partido provocando y terminó cabreado y sin poder jugar frente al Madrid la próxima semana. Que no haga lo mismo cuando vaya a la Selección porque arruinará el prestigio de España, que tanto ha costado conseguir. Me ha salido una crónica de fútbol, o de lo que sea, aunque haya comenzado hablando del velillo y de los impactos de bala en calcomanías, pegados en su coche. No pienso hablarles de la infanta Cristina porque ustedes estarán empachados. El país está empachado de sucesos monárquicos de dudosa reputación. En fin, que esperamos que este fin de semana sea más tranquilo que de costumbre, a ver si lo dejan a uno descansar, que entre una cosa y otra el personal está estresado. No ha sido una semana muy pródiga en noticias, al menos para mí; y a veces es de agradecer.