Es curioso. Le estaba diciendo a Juan-Manuel García Ramos, que compartía conmigo un cafileche y un gin-tonic en el hotel Mencey, el viernes/mediodía, que este bar y este hotel siempre han sido fuentes de inspiración de escritores, de músicos y de cronistas. Hablábamos, además, de César González-Ruano y de don Camilo José Cela, cuando apareció por allí la noticia. Y la noticia eran Olaf Bonales y Ayoze, representante y representado, a quienes esperaba desde hacía rato -en esto del fútbol hay que hacer esperar a los interesados- un hombre de negro que hablaba italiano. Lo cierto es que yo había escuchado en la radio a Guillermo García (COP), que decía que Ayoze no iba a viajar a Mallorca porque tenía inflamadas las vías respiratorias altas; pues menos mal que no fueron las bajas, porque allí estaba, y se le vía enterito, en el hotel, junto a su representante y al hombre de negro que hablaba italiano. De lo que trataron no sé porque, al vernos, Olaf salió despavorido, como alma que lleva el diablo, para el bar cubierto. Y allí les perdimos la pista. Me da que el jugador se va a un equipo grande. Me da, ¿eh? sto del Mencey es fantástico porque donde menos te lo esperas salta la liebre. Tiene director nuevo, Ortiz, malagueño. Cantinflas decía: "Soy feliz porque me viste Ortiz", pero no viene al caso. n fin, que el Mencey es fantástico, allí viví dos años inolvidables, como los más cercanos saben bien. Allí murió el gran rnesto Lecuona. Y allí, una vez, don Camilo José Cela, en presencia de J-M.G.R. y de la señora de Cela, se lanzó de espaldas a la cama, cedió el somier y se quedó clavado en el suelo. Tuvieron que subir las asistencias para levantarlo. Otra vez, en mi presencia, le lanzó una estilográfica a su mujer, Rosario, y la pluma se quedó incrustada en la pared. Don Camilo escribía con estilográfica, pero no la cargaba; la mojaba en el tintero y cuando se acaba la tinta del plumín, la volvía a mojar; y así. l Mencey es un gran lugar, pero ha perdido contacto con la sociedad chicharrera. Primero subieron los precios para ahuyentar a los borrachitos de la barra. Pero los han vuelto a bajar: dos cafileches, un gin-tonic, un mixto a la plancha y unas papas fritas, veintisiete euros. Para un cinco estrellas me pareció barato. Comer en el bar de la piscina es una delicia porque el paisaje y el paisanaje aéreo invitan a la elucubración metafísica. Y ustedes no son bobos. (Tengo que agradecer, antes de que se me olvide, a mi amigo y compañero de profesión (él en el exilio de la Administración), Aurelio González, el envío en tres días de unos libros que le pedí. A eso se le llama rapidez). Se han muerto o jubilado todos los grandes del Mencey. l jefe de bares, Guadalupe, murió hace poco. Se jubiló Barroso, que tantas confidencias supo -y se guardó para él- durante sus largos años detrás de la barra. ra gente discreta. Viven para contarlo Fajardo y Ricardo, el hoy conserje-jefe, que son los que quedan de la vieja guardia. Pero está entre nosotros, aunque jubileta, el maestro de conserjes, Faustino Ormazábal, que no me dejó subir a la habitación de lizaberth Taylor y Richard Burton, a arrancarles unas palabras durante su estancia en el hotel, en la noche de los tiempos. Yo era un alevín. so fue en el 70. l Mencey no sólo es mi casa sino que glosé su historia en un artículo que me pidieron para la revista de Ciga, la compañía del Aga Khan que regentó el hotel en su época más brillante, con Mariano Alaviso como director y José gea como subdirector. Vaya tiempos. Ya he contado que en los de Husa nos bebimos la bodega entre tres: acabamos con la cosecha del Martínez Lacuesta del 70. O entre cuatro, porque de vez en cuando participaba en el festín mi amigo Francisco Manuel Hernández Pérez (a. el Pichote). Los otros dos eran Alfonso Román y Manolo Iruela, que fueron directores del Mencey. A Alfonso lo vi hace poco y de Iruela no sé nada. Yo tengo cucharas y tenedores de plata de los viejos tiempos del Mencey y las uso en mi casa; me las regalaron porque las iban a tirar. Los considero una reliquia. Recuerdo de mi época a Julia de Dios Palaut, la gobernanta, qué gran persona; le encanta bailar. Y tiene una hija, Carolina, que es preciosa. Con sus hermanos hablo, de vez en cuando, en una tertulia que organiza Ángel Galán frente a CajaCanarias. Una tertulia en la que no se habla mal de nadie, lo cual es de agradecer. Fíjense todo lo que da de sí una hora en el Mencey, todas las reflexiones que suscita esta breve estancia en el hotel más mágico de Canarias -con el Santa Catalina de Las Palmas, todo hay que decirlo-. Herminio, el director de Banquetes, me dice que quieren recuperar para el Mencey ese frenesí ciudadano que tenía. Ojalá que sí. s todo un punto de referencia de la sociedad chicharrera. so de "nos vemos en el Mencey" era una frase cotidiana y frecuente. Hoy he querido tributarle este pequeño homenaje a un hotel en el que pasé una época loca de mi vida. Tengo recuerdos imborrables de sucesos, actos, personajes, personas y amigos, siempre alrededor del Mencey. Así que el rato del viernes/mediodía me dio para mucho. Al menos para componer la música y la letra de esta crónica dominical y desenfadada.