Son preocupantes los recortes en la sanidad pública que pronto nos pueden convertir en un país tercermundista.

i hay sectores en los que no se debe ahorrar más que lo estrictamente necesario es en sanidad y en educación. De acuerdo con que ambos hay que racionalizarlos, pero es preciso que al frente de estos departamentos estén personas de la máxima solvencia.

Me da la impresión de que la consejera de anidad, Brígida Mendoza, no da la talla. No así José Miguel Pérez, vicepresidente del Gobierno y titular de Educación, que es un docente de convicción y de vocación que no lo ha hecho mal en su departamento. Por lo menos no es un sectario, como otros compañeros de partido.

La sanidad nos preocupa: la masificación de las urgencias y los retrasos en las listas de espera convierten a los ciudadanos en individuos inseguros, que sospechan sistemáticamente que no los van a atender bien en un centro público.

A ello se une el recorte de material -algo impresentable- y la mala organización de la sanidad que provoca justamente el caos. El otro día lo decía el senador popular Antonio Alarcó en la televisión: no hace falta más dinero, sino organizar mejor los recursos y aprovecharlos al máximo. ¿Por qué no se le hace caso?

Con la salud del pueblo canario no se puede jugar. Y los actuales responsables del sector lo están haciendo. Teníamos una sanidad que era envidia de Europa y hemos caído con estrépito. Con excelentes profesionales, esto no funciona. Hay que buscar por los porqués y solucionarlo cuanto antes.

Y eso que con la receta electrónica se ha racionalizado el despacho de medicamentos y con el copago se han aliviado las arcas públicas, pero algo está fallando. El Gobierno debe poner toda su atención en el entorno sanitario, algo que puede caer a niveles peligrosos. Y estamos a un paso. Hemos leído noticias terribles sobre escasez de sábanas, por ejemplo. Esto empieza parecerse peligrosamente a Venezuela. Y no hay derecho.