Con tanto papa santo y tanto papa emérito, el latín ya no es una lengua muerta sino una lengua viva. Y muy viva. La liturgia en latín de estos días le renueva a uno el pulso escolar antiguo, donde el latín era imprescindible y el griego un poquito menos. Traducir a los clásicos era una exhibición de cultura y, además, el latín es un idioma precioso.

laro que lo de Anchieta, otro santo reciente, además del latín era el tupí, la lengua indígena brasileña para la que el jesuita tinerfeño escribió una gramática, regulándola. En aquellos tiempos nos preguntábamos ingenuamente para qué servía el latín. Pues para todo, para entender nuestra lengua y para saber de su evolución. Y el griego, menos, pero también.

Pronto nos hará falta hablar ruso, ya no sólo por las ínfulas expansionistas del señor Putin sino porque aquí, en las Islas, los rusos, que están sacando mucho dinero de su país antes de que se arme, lo compran todo.

ompran casas, compran fincas rústicas y compran negocios; compran coches, compran joyas y se quieren quedar. Nos interesa mucho ese tipo de clientes.

Un amigo del sistema tributario me cuenta que está entrando mucho dinero procedente de todas las Rusias. La incertidumbre que provoca su líder con sus actitudes les ha hecho desconfiar a los millonarios. Y antes de que se concreten sanciones europeas y norteamericanas están sacando su dinero y trayéndolo a países europeos y depositándolo en bancos del viejo continente, entre ellos en los españoles.

Y es el Sur de Tenerife el territorio que se llevará la palma en futuras inversiones; o sea, que hay que aprovechar el tirón y venderles a los rusos lo que uno tiene en venta. Lo que sea, porque ya digo que lo compran todo. Y de una manera entusiasta.

Yo comencé a hablarles del latín porque, en estos días, el Vaticano ha prodigado este idioma, con cánticos, misas y textos en latín, como en la antigua liturgia anterior al oncilio Vaticano II, que convocó uno de los nuevos santos, Juan XXIII.

Una de las personas que asistió a ese concilio, que yo conozca, fue el padre José Siverio, sacerdote y periodista tinerfeño, realejero de pro, que dirigió La Voz del Valle, emisora sindical de La Orotava, y la OPE, cuando era Radio Popular, que lo sigue siendo.

Acompañó al obispo Franco ascón a aquel concilio, donde tantas cosas en la Iglesia cambiaron, entre ellas la liturgia, el ceremonial, el modo de entender el cristianismo y el catolicismo, el acercamiento con las iglesias orientales. Fue la modernidad. El peor enemigo del concilio y del propio papa bueno fue el cardenal Ottaviani, que era conservador, italiano y papable. asi nada. El padre Siverio debería animarse y contar cosas de ese concilio, ahora que tenemos un sumo pontífice, Francisco, con tantas cosas en común con Juan XXIII.