No nos habíamos dado cuenta de que el prestigioso "The Guardian" había situado al Santa Cruz de Zerolo (2012 exactamente, cuando Zerolo había dejado la ciudad hacía un año) como uno de los cinco lugares más hermosos para vivir. Del mundo. El periódico se fijaba en la obra dejada atrás por el gran alcalde chicharrero, en la presencia en la ciudad de arquitectos famosos en el mundo entero, en la calle de La oria, en los barrios modernistas; y no sólo en la capital sino también en las sinuosas carreteras de la costa y en las bellas montañas para hacer senderismo. Santa Cruz y su entorno. Cojan esas páginas de "The Guardian" y empiecen a promocionar la capital. ada más aparecer la noticia en "El Diario de Tenerife.com", "The Guardian" responde con la noticia completa de esos cinco lugares y el porqué de su elección. De Santa Cruz argumenta que es una ciudad "lo suficientemente grande para no ser aburrida y lo suficientemente pequeña como para ser manejable". ¿Otros cuatro lugares?: la costa de Maui, en Hawaii; la ciudad de Portland, en Oregón; un barrio de Estambul; y el distrito de St. Pauli, en Hamburgo. Siempre he dicho que a Zerolo le hará justicia el tiempo. El tiempo pone las cosas en su sitio, como se las puso a García Sanabria. Yo intenté comprar el coche de este alcalde una vez, cuando podía. Pero se me escapó. Ahora creo que lo tiene un coleccionista canario. Hay que aprovechar este texto de "The Guardian", aunque sea de 2012, para promocionar la ciudad, sobre todo en el Reino Unido. ¿Por qué no se ha abierto Santa Cruz al turismo? Yo creo que ya va siendo hora de que se inventen acciones para que los visitantes se incorporen a los lugares dignos de ser visitados. Que el Ayuntamiento haga algo, que aproveche esta oportunidad. Y cambio de tercio. El otro día titulé un artículo con la frase "Qué tengo yo que mi amistad procuras", el comienzo de un soneto de Lope, confundiéndolo con el empezar de "El divino impaciente", de Pemán: "o me mueve, mi Dios, para quererte/el cielo que me tienes prometido". Les ruego me disculpen. A la una y media de la madrugada recibí el primer varapalo de mi amigo Manuel Hernández, supongo que desde Las Palmas, y luego algunos más. Los que escribimos mucho nos equivocamos mucho; en todo caso, dos obras maravillosas, el soneto aislado de Lope y la obra de teatro de Pemán, muy poco representada después de la muerte del autor gaditano, creador de "Séneca", me parece que ocurrida en 1981. Tenía que haber acudido a la Wikipedia, pero estaba tan metido en Pemán que me olvidé de Lope. Disculpen. Todo lo demás del artículo estaba perfecto y dirigido a un mariconzón que se ha enamorado de mí. Y me voy a la Placita, donde el otro día pasé un par de horas gratas con el periodista de este periódico Álvaro Morales, que me hizo una entrevista que ustedes pueden leer en esta edición. Hacía tiempo que no me entrevistaban. Se quedó de una pieza Álvaro cuando le dije que en mi vida profesional me había inventado alguna que otra noticia, siempre para ayudar a alguien. "Pero eso no está bien", me dijo, "eso no es periodismo". Pues claro que no es periodismo, ¿y qué? Esa noche no pude dormir, no por la grata charla en la Placita (de Ireneo González), sino porque se me ocurrió poner, ya de madrugada, "Desayuno con diamantes" y como estuve muchos años enamorado de Audrey Hepburn pues no me venía el sueño, escuchando la música de Henry Mancini y viendo la película de Blake Edwards. Más tarde ambos repitieron suerte con "Ten" (la mujer perfecta), con Bo Derek y Dudley Moore. o fue lo mismo, pero a mí "Ten" me gusta mucho, sobre todo las escenas de cama con el fondo de "El bolero" de Ravel. También repitieron, cómo no, los dos genios en "La pantera rosa". ¿Sabían ustedes que en "Desayuno con diamantes" actuaba en un papel bastante bueno el noble y play- boy español José Luis de Vilallonga? Yo recuerdo escuchar "Moon River", el tema principal de la película, circulando por una carretera neoyorquina paralela al río Hudson y sintiendo cerca los mismos escenarios del film; y eso me impactó y lo recuerdo siempre que escucho esa música. En fin, vaya nochecita la de aquel día, entre duermevelas e insomnios y reprimendas de los lectores por mi error, qué inmenso error. Tengo que decir: peldón. Así, mal escrito. A Lope lo que es de Lope y a don José María lo que es suyo.