La crisis, si algo bueno ha traído -frivolizando, claro está, con el tema-, es que no solo ha potenciado la imaginación del ciudadano, que hace juegos malabares con el dinero para llegar a final de mes, sino también la osadía y el sentido del humor del que tiene un negocio y pretende sacarlo adelante. Vean, si no, la imagen que ilustra este texto: "Aquí, cervezas más frías que el corazón de tu ex". Además de guasa, tiene su sustancia el cartelito. Primero porque, me pregunto, quién no ha acudido a un bar (hablo de bebedores de cervezas, claro está), como ahora, en pleno agosto, buscando una caña o una cerveza bien fría, con ese antojo propio de las mujeres preñadas, visualizando esa jarra o copa helada que espumea y baja por la garganta con un gustito casi inenarrable y se ha encontrado con un jugo de cebada tibio que echa para atrás. Como si en realidad fuera tan complicado el tema. Una cerveza bien fría... nada más. Una cerveza que a los cinco minutos no den ganas de dejarla abandonada ahí... a medio camino, como si uno fuera uno de esos desalmaldos que abandonan a su abuela en la primera gasolinera que encuentran. Y segundo, porque todos o casi todos atesoramos, como mínimo, un ex enfriándose en el congelador de la memoria, al que recurrimos cuando no sabemos explicarnos por qué estamos como estamos de "calentitos".