Estuve en Madrid de miércoles a sábado y, como viene siendo costumbre, cada vez que salgo de mi casa me pasa algo: o me duele la rodilla, o me entra un catarro por primera vez en diez años o me da una otitis del aire acondicionado. Esta vez fue una otitis. Como hay que tratarla con ciprofloxacino e ibuprofeno, llamo a mi médico en Tenerife para que me envíe una receta, por fax, al hotel. Llega la receta puntualmente, pero en la farmacia no vale (el ciprofloxacino es un antibiótico). Y se me ocurre, casi por primera vez en mi vida, utilizar el sistema público de salud, después de 42 años cotizando y dos de jubileta. Taxi para ir al ambulatorio de la calle Toledo, donde cojo número, me llaman, entrego mi cartilla del seguro de la Comunidad Autónoma de Canarias, con un terrible dolor de oídos y muy mala leche. Y el tipo del mostrador me dice que tengo que ir a no sé dónde a sacar una cartilla de desplazado. Cagándome en su puta madre abandoné el lugar, dolorido y dispuesto a ir a un hospital privado. Entonces me acordé de mi seguro de Mapfre, llamé por teléfono a la compañía, me derivaron a uno de sus estupendos centros asistenciales del barrio de Salamanca (calle ñez de Balboa y hay otro en Castelló), donde me atendieron divinamente -el doctor Sánchez- y me aliviaron mucho mi otitis con los medicamentos descritos, avalados por la correspondiente receta. Les recomiendo el seguro de Mapfre, pero es que como nunca me pongo malo me había olvidado de que lo tenía. Y con la suerte de que llevaba la tarjeta en la cartera. En Madrid me entero de la muerte de mi amigo Arturo Maccanti, a quien Dios tenga a su lado. Envío un artículo que me pide El Diario de Tenerife.com sobre él. A veces pienso que ya no me lee nadie, pues apenas recibo insultos por e-mail. Uno acaba por echarlos de menos. La otitis me impide dirigir unas palabras a la multitud en el acto de presentación de la exposición de José Carlos Gracia, en el Casino de los Caballeros, el sábado. José Carlos acaba de salir de una trombosis en una pierna que le ha tenido al borde de la muerte, según me cuenta. Se le fue el trombo al pulmón y escapó. Menos mal. Les recomiendo esta muestra, que no hace sino reforzar la veneración que tiene el pintor por la familia real. Los hay muy monárquicos y mi amigo José Carlos lo es. Me doy un par de vueltas por la universitaria ciudad de Villaviciosa de Odón, sede de la Universidad Europea, que tiene un campus muy bonito. Y vuelvo a la Cuesta de Moyano a comprarme un tomo hermoso de Azorín, con algunas de sus obras y de sus artículos, muy bien editado, y una traducción al español del libro sobre Tenerife de las hermanas Du Cane, al cuidado de Carlos Gaviño, a quien hace mucho que no veo; pero casualmente vinimos hablando de él -bien- hasta Madrid y desde Tenerife, su cuñado, el doctor David Castro, y yo, que coincidimos en el avión de Iberia Express, que nos puso en Madrid en dos horas y diez minutos. David es uno de los más reputados urólogos canarios. También me compré un libro antiguo de Julián Cortés-Cavanillas sobre la muerte de Alfonso XIII. Él fue corresponsal en Roma del ABC y se le vio en la peli "Vacaciones en Roma", con Gregory Peck y Audrey Hepburn. ¿Qué más les cuento de la semana? Pues que en el aeropuerto Tenerife-Norte se pusieron muy bordes los seguritas porque llevaba un frasco de colonia. Me hicieron abrir la maleta de mano, requintada, y me costó cerrarla. ¿Cuándo terminarán con estas mariconadas? Viajar en avión se ha convertido en una tortura china. Estas son las crónicas que le gustan a mi amigo Jorge Espinel, subdirector de este periódico, que siempre me pide que hable de todo lo que me pasa en la semana y no de un tema monográfico. Lo malo es que después, a la hora de elegir la foto para ilustrar esto, nos vemos negros. ¿O ya no se puede decir, por racista, que nos vemos negros? O sea, que les escribo desde Madrid, a donde me he venido con los aparejos del oficio, que son muy cómodos y rápidos. Acabo de cenar en la calle Espoz y Mina, junto a la Puerta del Sol, y esto, hoy viernes por la noche, es un hervidero. Ya de madrugada escribo esta dominguera crónica, en la que me paso de palabras. Que ni chiquito piberío, cristiano. Y todas parecen modelos, en estos días en que se celebra la Pasarela Cibeles, que ahora se llama de otra forma.