ha pintado el cartel del Carnaval de Tenerife, huyendo de los motivos del Carnaval, que es lo mismo que huir del tópico del antifaz y de la teta. Por lo cual yo felicito al artista, que es un maestro del color. Y ha hecho explotar sus colores en el cartel, que a mí me parece una obra de arte. Hasta Bermúdez, al lado del cartel, resaltaba lo suyo, lo cual me da a entender que ha habido cierto mimetismo que es de celebrar.

había recibido el encargo desde hacía tiempo, así que se ha hecho justicia con el joven pintor, que crece en el pequeño mundo del arte canario, no por escaso menos valioso.

Tengo que reconocer que me gusta la pintura de Tosco, que pone formas en el lienzo para que uno imagine cosas y, sobre todo, es un enfervorizado maestro colorista. Con el cartel lo ha intentado y lo ha conseguido. Nada de tetas, nada de antifaces, nada de bigotes postizos ni de pelos en las patas: un volcán explotó y dejó en el firmamento, o donde sea, los colores que aparecen también en la fiesta. Enhorabuena, Alejandro: me ha encantado.

"Déjenme que desarrolle mi arte", dice Tosco, cabreado por algunas críticas ácidas que ha recibido. Pero es normal, en este país de mentecatos, que la crítica ácida de los mediocres aflore. Tosco lo que ha hecho es un acto de valentía: un Carnaval sin Carnaval. ¿Les parece poco?

Mientras que en Las Palmas pondrán en solfa a una drag, dentro de su ola habitual de mariconeo, aquí pone una explosión de colores. Bendito sea. Menos tacones y menos sarasas y más color vivo sobre la piedra también viva de la isla.

Nada se hace en esta isla, sin embargo, que no reciba la crítica mala de sus hijos, receptores de la noticia. Es la envidia la que triunfa sobre todas las cosas; envidia heredada de aquello de "pueblo chico, infierno grande" y del pecado nacional que registró magistralmente Fernando Díaz-Plaja: la envidia, que si fuera tiña, ya saben.

No escondo mi simpatía por , cuya pintura, repito, admiro. Pero el cartel del Carnaval me ha parecido fantástico, valiente, imaginativo, lleno de matices, pleno de color y distinto. Hay que hacer cosas distintas. Al velillo no le gusta sino el antifaz, el travestido, la cara de payaso y cualquier motivo que él entienda. El arte, en su abstracción, se la renflanflinfla. Y ya es hora, no es por nada, de que nos abstraigamos un poco.