Qué mejor sitio que el Real Casino de Tenerife, o Casino de los Caballeros, para presentar mi libro "Todos los magos son del Barça", que probablemente levantará polémica, pero es que no lo puedo evitar. En un principio iba a presentarlo Alfonso Ussía, pero un viaje a Roma del escritor y columnista de "La Razón" lo impide. Estoy como un personaje en busca de autor y a lo mejor doy una sorpresa. El libro, en su primera edición, es propiedad de Litografía Romero, que lo comercializará. Estoy contento porque Mercedes Fernández, que es la jefa de Pre Impresión de Litografía, lo ha bordado. No es por nada, pero casi todos mis libros, su cuidado tratamiento, se lo debo a esta mujer, que es una fuera de serie de las artes gráficas. Gracias, amiga. Digo que levantará polémica porque a lo mejor a los culés no les gusta el tratamiento que doy al maguerío azulgrana. Pero tienen que entender que es una broma, que son boutades para que uno se descojone ante tanto sadismo informativo, tanto yijaidismo hijoputa y tanta violencia como hay en este mundo. La portada, ya saben, es de José Carlos Gracia, a quien el viernes pasado le presenté una exposición en el Club Náutico de Tenerife. A mí me encanta el trabajo de José Carlos, tan versátil: lo mismo te pinta al rey que un balandro o un mago. Así da gusto. Yo lo que quiero es que me deje en herencia el cuadro de Fortuny que tiene en su casa, pero se resiste. Mas lo bueno de esta semana han sido los atinados comentarios de los lectores. Uno de ellos, Guillermo C.P., me escribe a colación del artículo que yo publiqué en la sección diaria, en el Superconfidencial, sobre un supuesto ministro del Aire que aterrizó en el viejo aeropuerto de Buenavista, en La Palma, con tan mala suerte de que el avión se precipitó al barranco, ante el estupor de la tropa. Y don Guillermo puntualiza. La cosa ocurrió el 23 de junio de 1960, hace más de 54 años. El avión era un "Junker Ju-52" del Ejército del Aire, con base en Gando. Lo tripulaba el general Eduardo González Gallarza, que ya no era ministro; y el segundo piloto era Enrique León Villaverde, que luego fue director del aeropuerto de El Aaiún y el día de autos era comandante de Aviación. Un plano del aparato -el más lento del mundo, volaba a 110 k.p.h.- dio en la pista y se deslizó por ella, pero sin llegar a caer al barranco. No hubo víctimas y todo el mundo abandonó el avión por su propio pie. El avión que sí se precipitó por el barranco de la cara norte de la pista de Buenavista fue un "Fokker F-27", civil, en el año 1970. Tampoco hubo víctimas. Así que todo queda aclarado y con lujo de detalles. Con relación a los artículos sobre el pirriaco y la invasión de vino manchego, me escribe José Antonio Arbelo, más conocido entre sus amigos por "El Lupi". Me dice que fue Nijota quien, ante una situación similar, ocurrida hace muchos años, bautizó el vino que se importaba de Tarragona para mezclarlo con el de Tacoronte como "Tacorongona". Así que a la mezcla de ahora, auspiciada por la oficial bodega insular, podríamos bautizarla como "Tenemancha", una nueva variedad de morapio que puede que tenga éxito en los mercados. Porque ustedes y yo sabemos que el mago es bueno de boca y generoso de gaznate. Y al guirufo le pueden dar piedra molida en las comidas que se lo come todo. No hay nadie que arrastre más hambre que el guiri de media pensión. Y sobre todo el godo, que lo que le sobra del almuerzo se lo mete en la riñonera para mandárselo por la noche. Los lectores son muy inteligentes, a la par que desocupados, y me envían numerosas cartas que procuro responder, aunque sea tarde, porque con tanto escribir y leer se me van las horas en un plis/plas. Por ejemplo, esta semana ha sido de las de corta duración, no sé por qué. Les escribo desde Tacoronte, desde donde ahora mismo no veo el Teide, que ha desaparecido entre la bruma. Una lectora, Cristina González, me escribe: "Leí su comentario sobre la impresionante vista del Teide desde Tacoronte. Yo también estuve allí y comparto lo que dice. Bajo la impresionante mirada del Teide y del sol, que acabará, como todas las tardes, bañando la viña y besando el mar". Gracias, Cristina. ¡Qué bonito verlo (al sol) desaparecer por Guayonge!