Gracias a los amables y desocupados lectores que han telefoneado a este periódico preguntando por mi nuevo libro "Todos los magos son del Barça". Estoy esperando fecha para presentarlo en el Casino de los Caballeros e inmediatamente la editorial lo pondrá a la venta. Ya no depende de mí. Yo sólo lo he escrito, que ya es bastante. Eso sí, se van a descojonar. El culé está desmoralizado e inquieto y eso a mí me gusta; quiero verlos sufrir a todos, como he sufrido yo durante años. Pero que no quieran compararse jamás con el mejor equipo del mundo que, sin duda, es el Real Madrid. Por cierto, esa hortera monja argentina, culé, antimadridista, malhablada y ruin, ¿qué hace en las televisiones, despotricando del todo el mundo y llamando ladrones a los árbitros? Aquí viene una monja argentina, más fea que Picio, nariguda y ruinita, estilo doñaRogelia, y se hace la dueña. Bueno, me voy a Bilbao. Allí una indigente le ha robado el anillo episcopal a monseñor Uriarte, obispo de aquellos contornos. Se acercó a pedir una limosna y, con gran habilidad, le afanó el anillo al prelado, no sin gran asombro de los presentes. Y supongo que habrá salido corriendo. Es que ya no respetan ni a los hombres de Dios en este país, donde el choriceo nacional no se circunscribe a ciertos políticos, sino también a algunos osados indigentes. ¿Quién comprará ese anillo? Pues vaya usted a saber, a lo mejor lo entrega por cinco euros, con el valor sentimental que tendrá para el señor obispo su símbolo episcopal. Pero, José Vicente, senador, ¿cómo se te ocurre sacar el coche del depósito municipal de baracalofi, sin pagar los derechos de grúa y demás. La mujer del César no sólo tiene que ser honrada, sino parecerlo. Es el problema de escupir para arriba, que el pollo te puede caer en la nariz. Querido José Vicente, te han cogido cagando; por menos has pedido tú dimisiones y has mandado gente a la hoguera. No se puede decir de esta agua no beberé, ni este cura no es mi padre. Pues, dimite como senador. Mira como Miguel Zerolo es más elegante que tú y no ha pedido que dejes el Senado; y no como tú, que lo has puesto de chupa de dómine. Los senadores no deben ser trincones, aunque se trate en este caso de un trinque urbano, leve y de tráfico. Si a usted le han llevado el coche los guardias, pues usted paga por sacarlo del municipal depósito y luego, si quiere, recurra. Pero no me retire el vehículo de gorrón, aunque es verdad que usted, don José Vicente, aparte de no pegar un sello, tiene fama de corto en el gasto. Porque luego me sale, como ahora usted, en los periódicos. Y más con la fama de mosca cojonera que tiene usted, que no se la salta un galgo. En fin, un prenda, que es usted un prenda. La semana ha sido más de descanso que de otra cosa, después de quince días fuera. A ver si por fin me puedo quedar en Tacoronte a descansar la cabeza, porque yo de donde me agoto es del coco, con tanto trajín. Eso de ser jubileta activo no es nada rentable, pero al menos no me entra el cujún cujún de Pepe Monagas en el totizo. Pregunta: ¿a qué venía Monago, el presidente extremeño, tantas veces a Canarias, viajando a costa del Senado, o sea, a costa nuestra, hasta 32 veces en pocos meses? Respuesta: ¡Uhhhhhhhhhhhh! Vamos a dejarlo así. A mí no me gusta contar todo lo que sé y, de camino, le doy intriga a la cosa. Más escándalos, no, por favor. Ya ha entrado el fresquito, lo cual es de agradecer. En Tacoronte hemos puesto la calefacción, como en Bruselas o en Madrid. Esto de vivir en los altos te da una dimensión distinta porque, al fin y al cabo, el clima condiciona al ser humano. Me han dicho que hay golosos aspirantes a hacer esta dominical página: aleluya, aleluya/el que la coja es suya. Eso de la envidia es un deporte nacional y hay gente jirivilla, que nunca se está quieta. Jirivilla, una palabra que no recoge el diccionario, pero a mí me gusta escribirla así. Además, me parece que Blecua, el de la RAE, ha dicho que se pueden escribir voces que no figuren en el diccionario. Debe ser que de esta forma se enriquece el idioma. Los cronistas de provincias jamás optamos a premios nacionales, ni nos valoran como a los cronistas de Madrid. Es el puto centralismo. Echo de menos un premio Canarias de periodismo porque literatura y periodismo se dan de patadas. Oscar Wilde decía que la literatura no se lee y el periodismo es ilegible. Tenía más razón que un santo. Cuando yo tenía posibles me alojaba en Londres en el hotel "Cadogan", en Sloan St., que ocupa la casa en la que vivió Lilly Laungtry, la amante de Eduardo VII cuando era príncipe de Gales. A aquella casa iba Oscar Wilde a alternar con su amigo y heredero de la corona y a burlarse de la sociedad británica. Y a difamar a los condes. Echo de menos, ya digo, aquellas escenas londinenses del "White Elefant" y el "Anabel´s", los clubes de moda. Gracias a mi querido y recordado amigo Florentín Castro, paz descanse, conocí aquellos lujos de los que, naturalmente, no puedo olvidarme. Porque, ¿a quién le amarga un dulce? No sé si Juanito Cruz recuerda cuando lo recogí, en Rolls Royce, en la estación de Knightsbrigde, al lado de la puerta principal de "Harrods", cuando era corresponsal de "El País" -él- en la capital británica. Amén.