Se quieren cargar el obelisco de Las Raíces, que conmemora aquella reunión de militares en torno al general Franco. Es decir, se quieren cargar una parte de la historia. Yo no soy sospechoso de ser franquista, todo lo contrario. Pero sí me gusta que la historia, buena para unos, mala para otros, se respete. Aquellos militares prepararon allí -dicen- un golpe contra el Gobierno legítimo de la República. Un Gobierno que permitía asesinatos de curas y violaciones de monjas, profanaciones, allanamientos de viviendas, "sacas" nocturnas y otros disparates. La II República no fue un ejemplo para nadie y mira que pudo serlo, pero se dedicó a fomentar aquello de las dos Españas. Franco preparó un golpe, ganó una guerra que costó un millón de muertos y estuvo cuarenta años gobernando, un periodo en el que se reconstruyó España pero es cierto que se cometieron durante ese tiempo muchas tropelías. La alianza del caudillo con Hitler y Mussolini acabó de joderla. La izquierda quiere borrar todo vestigio del franquismo. Pero no puede, porque la historia no hay quien la borre. Así que derribando obeliscos, por cierto feos y pintarrajeados por los gamberros, no se consigue nada. Yo creo que hay que dejarlo allí, intacto y limpio, para que las nuevas generaciones conozcan la conspiración y la deploren. Para contarles que allí nació la guerra civil, recordada por el feo monumento y por los famosos sellos de Correos, de gran valor por cierto. Derribando obeliscos no se borra la memoria, sino que se agita. Y si se agita hay que recordar también -aunque no para justificar lo otro sino para entenderlo mejor- el fracaso de la República. Y para convencernos de que lo que pasó no debe volver a suceder. Así que menos derribo y más respeto a la historia, aunque sea una pesadilla. Derribando las estatuas ecuestres de Franco, por cierto alguna muy ridícula, no se arrebata de las páginas de la historia la figura del pequeño dictador, al que en vida se llegó a comparar con el Cid Campeador y otras ridiculeces. Este es un pueblo mesiánico que se enamora de sus gobernantes. Pero luego es capaz de volverse sobre sí mismo y repudiar todo lo que ha aplaudido en actitud de adhesión inquebrantable. omos así, no vamos a cambiar. Yo -no sé ustedes- lo que haría es limpiar el obelisco de Las Raíces, colocarle una placa y tenerlo ahí como recuerdo de una conspiración que jamás debió producirse, en un periodo negro de nuestra historia.

Lo dejo ahí para cambiar de asunto, en este fin de semana tan bendecido por las lluvias, que no han parado. Ya se alzan voces en Coalición Canaria para expulsar "de manera automática" a Norberto Plasencia y a Manuel Parejo, al haber sido condenados por delitos urbanísticos. ¿De verdad creen en CC que merecen ser expulsados? ¿Han leído bien en CC una sentencia que ignora doctrina del Tribunal Constitucional? Yo sé que en este momento a Plasencia y a Parejo les importa un pito que los expulsen del partido en el que se han dejado media vida, pero me parece una crueldad que, por un lado, jaleen a Clavijo tras ser imputado, y por otro machaquen a los dos citados por ser condenados y de esta forma. Que se lo piensen un poquito mejor, porque mañana les va a tocar a ellos y que no piensen tanto en los votos fáciles ni en las posibles críticas de los rivales para tomar decisiones vamos a llamarlas tan traumáticas.

Les escribo muy temprano y todavía la lluvia golpea el cristal de mi despacho. No hay tregua y esta vez sí que el agua ha "cogido centro", como dice el mago. Hacía mucho tiempo que no llovía tanto en Canarias y no se han salvado ni las islas más orientales, en las que nunca llueve, como decía aquella canción, al sur de California. El agua ha sido serenita, así que mucho mejor para todos.

La semana no ha dado mucho más de sí, que no se haya contado. Anotamos la queja del fiscal jefe de Las Palmas, Luis del Río, de que la justicia es lenta. ¿Por culpa de quién, mía? ¿O también por culpa de ellos, que no se aclaran a veces? Echando las culpas a los demás no se arregla el problema, sino asumiendo las responsabilidades también -junto a los políticos- jueces y fiscales. No se puede funcionar bien en una justicia penal moderna con una Ley de Enjuiciamiento Criminal del siglo XIX. Esto es imposible porque el mundo ha cambiado tanto que normas de 1.800 no pueden funcionar en el 2014. Tampoco es de recibo que un tribunal arremeta contra un abogado defensor, como Eligio Hernández, en el ámbito de su derecho a defender a sus clientes, que es mucho más amplio -en cuanto a libertad de expresión- que la del propio individuo. El corporativismo de ese tribunal me parece un exceso, como mínimo. Y me estoy arriesgando porque me consta que no les gustan mucho las críticas periodísticas y yo no quiero que nadie me espere en la bajadita. Tengo ya la edad suficiente para haber perdido el miedo, me da igual todo, mi vida tiene fecha de caducidad.

Y poco más, que ustedes pasen un domingo grato, si es posible sin lluvia. Como aquellos domingos de mi juventud, de misa de 11 y cine a las 4. ¿O es que ya no nos acordamos de los días felices en Tenerife?